53. INFORME SOBRE EL ARCHIVO DE LA REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN TELMO
Dª Mari Pepa Lara García
Académica de Número +

53

sábado
20 junio
2020

días de la pandemia / 53
Dª Mari Pepa Lara García, Académica de Número

INFORME SOBRE EL ARCHIVO DE LA REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN TELMO

El 29 de noviembre de 2001 ingresé en la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, aunque no tomé posesión  hasta junio de 2002, por propia voluntad, pues quise esperar a que mi hermano, catedrático de Imagen, terminase sus clases en la Facultad de Ciencias de la Información en Madrid, y pudiese asistir al acto de toma de posesión; ésta tuvo lugar en el Palacio de la Aduana.

Como sabemos,  por el informe de la académica Rosario Camacho: …el Museo de Bellas Artes, junto con la Academia, fueron desalojados y la Biblioteca y su Archivo quedaron custodiados por el Museo, primero en el Palacio de la Aduana y después, mientras se rehabilitaba este edificio para instalar el Museo de Málaga en  el  Parque Tecnológico.

Por lo tanto, dado que fui nombrada académica a finales de 2001, no pude conocer y apreciar, tanto los libros como los documentos de la Academia, hasta el año 2019, cuando nuestra sede en el Museo de Málaga se ha amueblado, y los fondos perfectamente conservados y embalados traídos del Parque Tecnológico, fueron depositados en las dependencias del Museo. Pero fue, a principios de febrero de 2020, cuando empecé, junto con la ayuda inestimable de Rosario Camacho, y con los dos becarios de la Universidad de Málaga, integrados a través de un convenio de cooperación educativa en un programa de prácticas externas para alumnos del último curso de la licenciatura, Javier Luque y Juan Manuel Garrido, a iniciar con empeño a desembalar las cajas que  contenían estos fondos bibliográficos y documentales.

Ya ha comentado Rosario Camacho la buena disposición y voluntad de nuestros becarios. Empezamos en principio con los libros, porque estas eran las primeras cajas numeradas que abrimos, y los cuatro adelantamos mucho, en una relación de número currem, añadiendo incluso, el autor, título y materia del libro.

Después, junto con Juan Manuel Garrido,  iniciamos la tarea de abrir numerosos paquetes, profusamente embalados, que tenían el título de Archivo, pero el contenido eran Catálogos de exposiciones de pintores académicos de gran tamaño. Por supuesto, podemos definir documento como: Testimonio de la actividad del hombre, fijado en un soporte perdurable que contiene información.

No obstante, teníamos interés por inventariar documentos administrativos que nos mostrasen la actividad de la Academia, desde sus inicios. Por fin, logramos abrir unos legajos con dicha documentación y empezamos a realizar un Inventario del Archivo con el objeto de controlar dicha documentación.

En un principio, conviene advertir que la descripción de los documentos de archivo es más compleja  que la de los libros de una biblioteca, y presenta una problemática especial, debida principalmente  a la múltiple tipología de las unidades documentales. Tal variedad dificultas cualquier intento de normalización que se haga en ese sentido, del tipo realizado en el campo de la Biblioteconomía y de la Documentación.

Para resolver este problema se  creó  la Norma ISAD(G) en 1991. Norma Internacional para la Descripción Archivística. Como es lógico, ha sido revisada varias veces: 1993, un anteproyecto en 1994,  1995, 1998. La última versión fue publicada a principios del año 2000.

El archivero tiene una doble función: de una parte necesita controlar los fondos y, por otra, debe informar sobre el contenido de los mismos. Es decir, una función interna –de control-, y  otra externa  -de difusión-. En una primera definición el inventario responde a la primera función, y el catálogo a la segunda. El inventario somero comprende los elementos mínimos, los del área de mención de identidad, y suelen ir dispuestos en columnas cuando se publican. Su utilidad es ante todo de uso interno como procedimiento de control sobre la totalidad de los fondos.

Este inventario puede ser más o menos detallado, y requiere como elementos mínimos: signatura, descripción, fecha –documento-, fechas extremas  -expedientes-, caracteres internos y externos  -materia-, de cada documento o expedientes. Con estos requisitos, el archivero podrá ser más o menos exhaustivo en los datos que ofrezca, en función de la importancia de la documentación que desea inventariar.

Con todos estos elementos podemos definir los inventarios: Descripción sistemática más o menos detallada de todos y cada uno de los elementos que forman un fondo, sección o series, respetando su ordenación originaria.

Teniendo en cuenta estas definiciones archivísticas, afrontamos el inventario somero que queríamos iniciar  -pues no había ninguno realizado con anterioridad en los fondos de la  Academia-.

Comenzamos con una serie de documentación de principios del siglo XX; y entre otras,  más o menos administrativa, hubo una serie de expedientes que nos resultaron muy interesante, puesto que se trataba de una Comisión nombrada por la Academia, a instancias del Ayuntamiento, para resolver qué personajes históricos malagueños debían ser instalados en los lunetos del Salón de los Espejos, y los  cuadros de pintores que ilustrarían los diferentes salones municipales en la Casona municipal, que se estaba construyendo en aquellos años.

Cuando estábamos inmersos en esta descripción archivística de numerosos legajos, surgió la expansión de la pandemia denominada COVID- 19, y el 12 de marzo fue nuestra última tarde de trabajo, puesto que, como sabemos, se cerraron la Universidad y el Museo de Málaga, iniciándose el confinamiento de todos los ciudadanos.

Mari Pepa Lara García