45. CONSUELO Y MARGA GIL ROËSSET
Dª Mari Pepa Lara García
Académica de Número +

45

viernes
12 junio
2020

días de la pandemia / 45
Dª Mari Pepa Lara García, Académica de Número

CONSUELO Y MARGA GIL ROËSSET

Preliminar

En estos meses de pandemia y reclusión en nuestras casas, después de leer, escribir, ordenar armarios y libros, me puse a revisar  y clasificar mis artículos. Algunos de ellos lo había escrito y publicados hacía bastantes años; entre ellos, encontré este que ahora les remito, sobre las hermanas Gil Roësset,  que recuerdo fue publicado en una revista de un pueblo, y por lo tanto,  tuvo poca difusión. Creo que, después de tantos años, en la web de la Academia puede alcanzar mayor difusión, y pienso que puede ser interesante recordar la historia de estas dos hermanas; sobre todo, Consuelo es la más desconocida, pese a la importancia de su labor como editora, en unos años en los que no era corriente que una mujer ocupase este puesto.

En su momento, escribí este artículo en memoria de mi hermano Antonio, junto al que en mi infancia y juventud, leí   tantos “tebeos”, como a nosotros nos gustaba definirlos, y no “comic”, como se le denomina ahora. Además, con los años, mi hermano se convirtió en un experto en “tebeos”, escribiendo varios libros y artículos sobre el tema. A él va dedicado este artículo.

Introducción

Del matrimonio de Julián Gil y Margarita Roësset  nacieron: Consuelo, 1905; Marga, 1908; Pedro, 1910 y Enrique, 1912, en el seno de una familia acomodada, con grandes inquietudes artísticas. Educaron a sus hijos, cuidadosamente, llevando a las hijas a estudiar a las ursulinas y, haciéndoles aprender piano, violín  y francés, como a todas las niñas de aquella época, de buena familia.

Marga nació enfermiza y, aunque los médicos llegaron a desahuciarla, el tesón, el amor  y el cuidado de su madre  lograron sacarla adelante. Por esta razón, la relación  de Marga con su madre, a causa de su enfermedad, era absolutamente dependiente.

Consuelo y Marga Gil

Tanto Consuelo como Marga eran bellísimas, como también lo era  su madre, mujer elegantísima y muy religiosa, de cuya educación de sus hijos se ocupó personalmente. Las dos hermanas hablaban cuatro idiomas, viajaban, asistían a conciertos, exposiciones;  Consuelo,  escribía y, Marga, dibujaba.

Consuelo era alta, esbelta, rubia, elegante, de piel blanca y transparente, con ojos azules. Marga también era alta, grácil, seria y profunda. Sus ojos color de miel, más morena que su hermana y, su pelo, castaño, Era de una belleza menos espectacular que la de Consuelo, pero, quizá,  más atractiva, con una belleza andrógina y, por las fotos que conocemos, no parecía muy preocupada por su aspecto, muy natural, nada sofisticado.

Consuelo Gil  Roësset, primera editora española de revistas

Los inicios artísticos de las dos hermanas  comenzaron paralelos, como veremos más adelante, aunque años después, la tragedia las separó.  Consuelo Gil se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense; con gran experiencia en Literatura infantil, fue alumna del pintor Benedicto y, de Pedro Sáinz  Rodríguez, catedrático de Bibliografía.

Cuando estalló la Guerra Civil, se encontraba veraneando en San Sebastián con sus tres hijos: Paloma, Atoín y Jose María, viéndose  obligada a trabajar como redactora en las revistas que se publicaban en esa ciudad: “Pelayos” bajo la dirección de Fray Justo Pérez de Urbel;  “La Ametralladora” y “Mujer”, revista esta última de la que, además, era directora. Mientras, su marido, José María Franco, intentaba sobrevivir en Madrid.

Consuelo Gil tenía en mente  sacar una revista que no cayera en la línea exagerada de intencionalidad política y religiosa que tenía “Pelayos”.  Juan Baygual, industrial catalán,  le  ofreció  financiar  la revista que  ella  deseaba   hacer. Así nació “Chicos”, el 23 de febrero de 1938, cuya autorización consiguió la editora de las autoridades de Burgos,  en edición  bicolor y con un tamaño similar al de “Pelayos” El que, en esa época fuese ministro de Cultura, Sáinz Rodríguez, fue decisivo para conseguir la autorización.


Chicos”, Cuto, 1949

Los autores fundamentales de “Chicos” fueron: Castanys, Mercedes  Llimona y Carmen Parra, a quienes se deben  la mayoría y las mejores historietas publicadas en los inicios de la revista. Por esta causa, uno de los datos más  característicos  del primer “Chicos” es el hecho de que, en  su origen se produjo, un claro predominio femenino y, ello contribuyó a darle a la revista un tono particular. Aunque, no hay que olvidar el contexto histórico en que nació la revista, una zona en estado de guerra, y un periodo en el  que, sobre escritores y dibujantes se acumulaban, además, las presiones implícitas en la Ley de prensa de abril de 1938, según la cual, los autores quedaban al servicio de las intenciones propagandistas oficiales. Por esta razón, “Chicos” en su primera versión, aparecían banderas, uniformes falangistas…Pero, sólo unos años después, en 1944, el libro, con idéntico título, recoge las ilustraciones primeras, en una nueva disposición espacial, pero con portada original, dibujada por el mismo artista para la presentación en forma de libro, y los dibujos fueron convenientemente  modificados para borrar esos signos ideológicos.

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“Flechas y Pelayos”, cuyo primer número  apareció el 11 de diciembre de 1938, era el fruto de la fusión de las revistas “Pelayos” y “Flechas”, impuesta por el Ministerio del Interior, a  su director,  Fray Justo Pérez de Urbel.

Parece ser que,  a finales de 1938, Consuelo Gil, quien figuraba como directora de “Chicos” y empleada de Juan Baygual,   fue convocada a Burgos para que se le entregara la orden de incautar la publicación, probablemente para cerrarla, dado que las funciones de adoctrinamiento juvenil las cumplía su competidora, “Flechas y Pelayos” y; por lo tanto, sobraba una de las dos. Consuelo defendió valientemente su proyecto y, convenció a las autoridades burgalesas para seguir con las dos revistas y, además consiguió que, Baygual fuera indemnizado, al incautar la revista,  por su aportación económica inicial.

Los colaboradores pudieron simultanear su trabajo en una y otra, durante su primera etapa. Pero, cuando terminó la Guerra, ambas revistas trasladaron su redacción a Madrid. Y a partir de esa fecha, se pudo aprecia el distanciamiento evidente entre ambas. Otros colaboradores, Gabi, Federico Blanco, Moro, Zata…, se fueron incorporando a la empresa de Consuelo Gil.

La disparidad de presentación entre ambas revistas se fue haciendo cada vez menor a medida de que “Chicos” incorpora el color y; sobre todo, su nivel estético creció de modo incomparable,  cuando llegaron a la revista los dibujantes, Emilio Freixas,  en 1939  -quien permaneció diez años en dicha revista-;  y un poco después se les uniría Jesús Blasco y sus hermanos, Alejandro y Pilar; en 1945 se incorporó  Mariano Zaragüeta… Y ya en 1942,  logró comprar la revista y adaptarla a su propio estilo, creando su propia editorial  Gilsa (Consuelo Gil, S. A.).

En las secciones culturales y literarias hubo firmas excepcionales: María Asunción Plantín, la misma Consuelo, con diversos seudónimos, Javier de Olavide  y, sobre todo, Marisa Villardefrancos (1915-1975) y;  su hermana Gloria, quien firmaba con el seudónimo de Legrand, su segundo apellido. Marisa, posteriormente, publicó numerosas novelas en la colección “Biblioteca Chicas”.

Consuelo Gil, en sus revistas, logró reunir un plantel de colaboradores  auténticamente excepcional e irrepetibles y, aunque ella cuidaba de forma especial la unidad de la revista, algunos personajes destacaron con luz propia, caso de Cuto y Anita Diminuta, ambos  de Jesús Blasco. El nivel más alto del trabajo de la editora y sus colaboradores se manifestó, muy pronto, en los números extraordinarios, denominados “Almanaques”.

Sin embargo, Consuelo no se inventó totalmente su producto, que fue elaborando poco a poco, con un envidiable sentido ecléctico, además de recoger varias aportaciones de  las publicaciones extranjeras más importantes del momento.

La influencia de “Chicos”, de su estilo inimitable se advierte, prácticamente sin excepción, en todos los dibujantes e ilustradores desde comienzo de los cuarenta hasta  los sesenta.

A comienzos de los cincuenta, terminó “Flechas y Pelayos”; la publicación de Consuelo aguantó unos pocos  años más, gracias a una disminución de tamaño a la mitad del formato, hasta 1952, con una etapa bajo la denominación de  “Chicos Deportivo”. Volverá a resurgir, en 1954, ahora con el sello de Editorial Cid   -que había sustituido a Gilsa-, y nuevos colaboradores, permaneciendo hasta 1956; finalizando definitivamente a finales de ese año, con la cual concluyó una etapa de la edición española, sin posibilidades de continuidad.

“Mis Chicas”, la primera revista femenina española

Mientras, el 2 de abril de  1942, apareció “Mis Chicas” la primera revista de historietas dedicada al público femenino español. En el primer número (13×11 centímetros)  empezaban las andanzas de Anita Diminuta, que “era una niña que había nacido dentro de una campanilla”,  de Jesús Blasco.

En aquellos años, las revistas autorizadas gozaban de un cupo fijo de papel prensa que, a veces, debido a las dificultades  -comenzaba la segunda  guerra mundial-, podía desaparecer, momentáneamente.  Consuelo, al reducir el formato de “Chicos”, lo que representaba un sobrante de papel, le encargó a Jesús Blasco la realización de esta revista, pequeña y alargada, que quería dedicar a las niñas españolas. Debido al éxito sorprendente de la publicación,  pudo conseguir un aumento en los cupos oficiales para mejorar la revista. A mediados de  1942, “Mis Chicas” agrandó su formato (24×18 cm.), subiendo su precio a 25 céntimos. En las portadas ya no está Anita Diminuta  -pasando  a la contraportada-, sino ilustraciones a todo color con algún motivo religioso, pedagógico o de humor.

En “Mis Chicas” colaboraron casi todos los dibujantes de “Chicos”. Aunque los grandes animadores  de la revista fueron los hermanos Blasco. Aparte de Jesús, Alejandro dibuja series inspiradas.  Pero la gran inspiradora es Pilar Blasco, quien aparte de sus colaboraciones en  “Mariló” o varias portadas, su estilo se perfecciona a partir de series como, El castillo de Oro, con guiones de J. Canellas.

“Mis Chicas” siguió publicándose ininterrumpidamente hasta el año 1950, en que es sustituida por “Chicas”, una publicación totalmente diferente. Durante esos nueve  años de vida, la influencia y difusión  de la revista  fue enorme; aunque la publicación se anunciaba “con censura eclesiástica para niñas mayores de 7 años”, la edad de las lectoras era mayor. Ya a finales de 1942, la media de las solicitudes de correspondencia era de 12, 15  e  incluso de 17 años. Quizá se debiera a que no había otras revistas femeninas con que competir. “Mis Chicas” inauguró un género, fue el punto de partida de todos los tebeos femeninos  españoles.

La revista “Chicas”,  fue denominada por Consuelo “la revista de los 17 años”,  ya que, ésta había calculado la edad que más menos tendrían entonces las lectoras que habían empezado a leer la primera en 1942.  Pero,   el   nuevo producto, ya no era de historietas  -con alguna excepción- sino relatos seriados de firmas cercanas  a la editora: Marisa y Gloria  Villardefrancos; Borita Casas   y, Gloria  Fuertes; entre otras.

Liboria  Casas Regueiro  -Borita Casas- (1911-1999), trabajaba como locutora y; también  como guionista, en Radio Nacional y en  Radio Madrid. El personaje de “Antoñita la Fantástica”, con ilustraciones de Mariano Zaragüeta,  nació, pues,  en la radio. Consuelo la llamó para que escribiese, por entregas, historias de  su personaje en “Chicas”. El éxito fue arrollador y; a partir de 1948, Gilsa publico doce títulos en forma de libro; el último de ellos “El álbum de Antoñita la Fantástica” en 1958.

La última entrega de esta colección se reeditó, con el título “Antoñita, aprendiz de mujer”, en 1984, junto a otras siete obras, en un intento de actualizar estas creaciones. Tales iniciativas resultaron un fracaso, y también, los intentos de llevar a estos personajes al cine  o a  la televisión. “Antoñita la Fantática” era un personaje de su tiempo y, éste ya había pasado.

La revista contó con las ilustraciones de los mejores artistas del momento en su género, con reseñas de cine, radio  -en los sesenta, también de televisión-, canciones, modelos y cocina.

En 1952 la editora Gilsa  presentó  la  “Biblioteca Chicas”, con dos colecciones: “La ardilla Escocesa”, para los catorce años y; la denominada “Y échate a volar”, para chicas mayores y mujeres adultas. La primera fue de corta duración, pero la segunda tuvo una larga trayectoria hasta finales de los sesenta.

De 1952 a 1960 Marisa Villardefrancos es la autora que más novelas tiene en la colección; varias de ellas habían aparecido  previamente en “Chicas” por entregas;  las de más calidad, fueron, incluso, adaptadas a la radio,  Cadena Ser, con un gran éxito.      

La hazaña de esta gran editora, además del hecho de ser mujer, en un periodo conflictivo para éstas, cuando casi sólo se les permitían ser amas de casas, permanece como un ejemplo inalcanzable   -en un puesto, al que sólo podían  acceder los hombres, en aquellos momentos, en España-,  de talento e inventiva inigualables.

Consuelo Gil falleció en  Madrid  el año  1995 a los 90 años.

Marga Gil  Roësset, dibujante y escultora

En 1920, se publicó “El niño de oro”, basado en un cuento de su hermana Consuelo, con dibujos de Marga, editado en París por Plon.  Tenía 12 años.  En 1923, también en París, ambas hermanas publicaron “Rose des Bois”, en cuyos dibujos, Marga consiguió un barroquismo de elaboración.  A partir de esa fecha, dando un giro absoluto, se dedicó a esculpir. Su madre la llevó al estudio de Victorio Macho, quien se negó a darle clase por no estropear su talento creativo. Sus esculturas no tenían ninguna influencia externa, era totalmente autodidáctica.

En 1930, a los 22 años, presentó un “Adán y Eva” a la  Exposición Nacional y fue todo un éxito.

A principios del año 1932, en un concierto, la  austriaca Olga Baur Pilecka les presentó a Juan Ramón Jiménez y a Zenobia Camprubí, traductora de Tagore. Las dos hermanas eran lectoras del  poeta hindú.  Marga, desde ese momento,  sintió gran admiración por ella y;  decidió de inmediato hacer una escultura de ambos.

Marga Gil en su estudio

A partir de ese instante, la pasión de aquella frágil Marga,  que esculpía en granito y en piedra, se volcó en un hombre que no se dio cuenta, no calibró el daño que podía hacerle con aquel continuo y medido coqueteo que practicaba siempre, con la legión de jovencitas de talento que le rodeaban, con su beneplácito y el de Zenobia. La falta de visión de Juan Ramón, un hombre hecho a sus 51 años, le impidió cortar aquel amor cuando surgía y apartarlo.

Marga quedó fascinada por la presencia y la poesía de Juan Ramón, quien entonces,  era ya  un poeta consagrado.  Éste le deslumbró, porque fue el único que le había hablado de lo eterno, del arte, de Dios, del infinito.

Se convirtió en una asidua del hogar del matrimonio Jiménez. Buscaba sin cesar excusas para visitarlos. Podía parecer una más, dentro de las admiradoras del poeta. Pero Marga  era distinta. Juan Ramón le había dicho en una ocasión: Me gustaría ir destruyendo todos los libros antiguos, anteriores a 1915”.  Por ello, Marga  robaba ediciones de libros,  anteriores a esa fecha, en bibliotecas privadas y,  se los ofrecía al poeta para que él los inmolara.

Se ofreció a realizar un busto de Zenobia y, otro de Juan Ramón. Sólo terminó el primero  -la última obra que realizó-; de la cual diría el poeta: “Mi mujer dijo que parecía que la estaba haciendo brotar, como una fuente, de la tierra”.

En junio Marga se encontraba muy mal, no se sentía capaz de esculpir la cabeza del poeta. Tenía planeado ir a París, pero aplazó el viaje.

Ocho días antes de su suicidio empezó a escribir un diario destinado a Juan Ramón. Para él se hace, también, una foto que le dedica. “Juan Ramón, siento que la muerte no te da vértigo”.

El 28 de julio de 1932 destruye todas las obras que tenía en el taller, menos el busto de Zenobia, al cual cubre con un paño negro. No quiere que la recuerden por su arte. Se arregla detenidamente y, pasa por la casa del Juan Ramón por última vez. El poeta, distraído, la recibe sin prestarle  mucha atención. Ella deja sobre la mesa su pequeño diario. Juan Ramón  lo guardó sin decirle nada a la familia.

Un taxi la deja en Las Rozas,  en el chalé de su tío Eugenio; allí escribe tres cartas: a su hermana Consuelo, a sus padres y a Zenobia:

Marga Gil

Perdonadme por ser tan egoísta…Mamá, no te desesperes pensando en la pena eterna. Matarse es una crueldad horrible para vosotros, pero aparte de eso no es siquiera malo. Y justamente porque creo en Dios lo siento así”.

  Después, con el revólver de su abuelo,  que había robado del despacho de su padre, se pegó un tiro en la sien.  No murió en el acto, Juan Ramón la velaría durante las horas de su agonía. Su padre murió a principios de 1934, a los 54 años y, su madre muy poco después; ambos reposan junto a su hija en el cementerio de Las Rozas.

En su obra “Españoles de  tres  mundos” Juan Ramón escribió sobre Marga: “Sentada tenía una actitud de energía, brazos musculosos, morenos, heridos siempre de su oficio, duros. Y al mismo tiempo ¡tan frágil¡ Llevaba el alma fuera, el cuerpo dentro…”  Y en otra ocasión, comentó el poeta: “Marga nos tomó como pretexto para su historia”.

Zenobia en sus memorias inéditas dejó escrito: “Marga, que duro fue tu paso por nuestras vidas”.

Después de su muerte,  en 1933, se publicó  un libro de “Canciones de niños y de mamás”,   música de José Mª Franco, marido de Consuelo, con textos en francés de ésta y,  tres ilustraciones de Marga. “El niño de oro” tenía muchas ilustraciones barrocas, hechas a pluma con algo de color, parecían más grabados que dibujos. Éstos eran completamente distintos. En los once años transcurridos entre las ilustraciones de “Rose des Bois” y las “Canciones de niños…”, Marga había evolucionado como otros artistas podían hacerlo a lo largo de su vida.

Toda la obra escultórica que queda de Marga consisten en  veintiséis  figuras, de varios tamaños, duras, fuertes, de granito, vanguardistas, viriles. Sus  temas: ingenuos,  orientales, pero de un dominio técnico asombroso.

En el año 2008, con motivo del centenario de su nacimiento,  se realizó una exposición en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.  La muestra constaba con cerca de cien dibujos y acuarelas, veinte esculturas y, un gran número de cuentos ilustrados por ella; además de numerosas fotografías familiares.  Fue un merecido homenaje a una mujer, quien,  de no haber fallecido tan trágicamente, hubiera alcanzado el éxito que merecía  por su asombrosa técnica  e imaginación creadora.

Mari Pepa Lara García