Los días 4 y 5 de diciembre tuvo lugar en Roma el tercer Congreso Internacional “Industrias culturales y creativas, desarrollo económico y regeneración urbana”. En este foro, el Académico de Bellas Artes de San Telmo D. Sebastián García Garrido presentó una comunicación acompañado de dos profesores de la Universidad de Nápoles, con el siguiente contenido:
Comunicación:
La industria creativa del Mediterráneo: Pablo Picasso y el diseño de la cerámica
Autores:
Mario Buono. Seconda Università degli Studi di Napoli, Italia
Sebastián García-Garrido. Universidad de Málaga, España
Sonia Capece. Seconda Università degli Studi di Napoli, Italia
El factor esencial de la identidad es la cultura que, al mismo tiempo, es la materia prima para el diseño, tanto físico como intangible. Pocas culturas existen más atractivas en el mundo que aquella que hoy en día perdura de aquel Mediterráneo Clásico, origen de la denominada cultura occidental. La identidad mediterránea ha favorecido durante siglos, a través de las diferentes culturas, el intercambio y el diálogo entre los habitantes de sus orillas para incrementar los flujos y corrientes de conocimiento y tradiciones. Un vínculo y una unidad posibles si somos capaces de tener en cuenta las particularidades – diferente historia, tradiciones, culturas, lenguas – que también nos enfrentaron a través de los siglos y, al mismo tiempo, la inmensa riqueza de las relaciones que, a pesar de las muchas dificultades, continuó creciendo generando un intercambio permanente entre los diferentes pueblos del Mediterráneo. ¿Dónde reside aún esa Cultura Clásica auténtica? El potencial creativo y cultural de tan extraordinario legado fue la inspiración, esa identidad necesaria para crear, de la inmensa y exuberante obra de Pablo Picasso. Su genialidad y refinada sensibilidad fue capaz de conmover al mundo como el artista más universal del siglo XX. Picasso fue capaz de materializar aquella identidad del Mediterráneo Clásico y, al mismo tiempo, integrar en su visión universal culturas tan distantes como el arte africano o las estampas japonesas. Esta actitud abierta y su predisposición a conocer otras culturas, otras gentes y a integrarse con cualquier referente ajeno es una cualidad esencial de la cultura clásica que le proporcionó el esplendor que aún irradia. El arte, afirmaba Konrad Fiedler, es “un proceso desde la confusión a la claridad” y, por tanto, un proceso de conocimiento y de organización de la experiencia caótica del mundo para obtener una imagen que tiene valor absoluto. El arte es una actividad humana concreta y real. No sólo por los medios que requiere, sino especialmente porque ofrece los instrumentos para dar cuerpo y forma al mundo interior, a la visión y a la imaginación. El arte es un lenguaje único […] que quiere y puede captar la realidad en su esencia metafísica […] es el idioma de la persona y la sociedad.
Es un distinguir y seleccionar, pero al mismo tiempo una labor de procesado y construcción, su valor está ligado al conocimiento. Esto es lo que determina su valor más allá del paso del tiempo. No hay conocimiento sin experiencia. Esta última es la base del arte y la tecnología. Conocer el lenguaje del arte significa conocer en una dimensión más profunda y precisa la época que lo produce, pero también significa, para el artista, entrar en contacto con la parte más profunda de sí mismo y expresarla.
En este equilibrio dinámico entre mundos diferentes como son el arte y la técnica, realidad y utopía, se ubica el artesanado que, a través de la experiencia dictada por el saber y el conocimiento consolidado, es capaz de transferir materia para crear objetos cuyo uso se enriquece del contexto artístico singular, se vincula a la investigación de materiales, al estudio formal, al cuidado de las fases individuales y a la evolución del pensamiento, confiriendo al producto valor añadido.
El artesanado ofrece una ocasión para refundar el valor del arte, para exorcizar nuevas formas de división del trabajo en la medida en que pone en tela de juicio la autonomía de la misma obra del trabajo intelectual y expresa, sin duda, la propia identidad cultural, los valores éticos, sociales, estéticos, económicos y religiosos de la sociedad. En un tiempo en que no es posible imaginar una sociedad planetaria, si no es en términos de un homologado progreso tecnológico que implica las mismas artes y modifica el gusto por las artesanías, el artesanado representa uno de los poquísimos factores estables de una sociedad en evolución, un tejido que conecta con una experiencia cultural y social.
Esta contribución, actuando sobre la matriz común de la cultura mediterránea, investiga, en el interior de la producción de la cerámica artística del siglo XX, la influencia y la exuberancia multidisciplinar de Pablo Picasso. El objetivo es revalorizar los sistemas de producción de las artesanías locales de la cuenca del Mediterráneo a partir del uso de las nuevas tecnologías en relación a los procesos productivos artesanales y cómo podrán influir sobre la evolución formal y funcional del diseño cerámico para identificar nuevos campos de aplicación de la cerámica contemporánea. Se deberá comenzar por la transformación de los “talleres artesanales” en “talleres industriales” a través de la investigación centrada sobre la innovación avanzada para responder a la diversificación de los mercados. Desde el marco de la contribución de Pablo Picasso, respecto a los movimientos artísticos del siglo XX, siguiendo la contribución estilística y la relación innovadora, y de la interpretación del gusto y de la producción cerámica, se podrá configurar un nuevo modelo de desarrollo atendiendo a las necesidades contemporáneas para la competitividad de las producciones artesanales avanzadas fundadas sobre la pequeña y mediana empresa. La interpretación de la potencial contribución de Picasso en la actividad de la cerámica, que de artesanal deberá pasar a industrial, representará el ejemplo de respuesta para verter la cultura del Mediterráneo en el sector manufacturero y afrontar así el tema de la producción industrial, y la necesidad de transferir el nivel productivo artesanal a nivel industrial, para satisfacer a las exigencias de los activos del conocimiento.