HOMENAJE A LA MEMORIA DE D. JUAN TEMBOURY ÁLVAREZ Por Rosario Camacho Martínez

Excmo. Sr. Presidente, Ilustrísimos Académicos, familia de D. Juan Temboury, amigos todos.

Quiero agradecer a mi Academia que se me haya designado para dedicar a la memoria de D. Juan Temboury el espacio de los Informes Científicos de nuestras sesiones, al cumplirse los cincuenta años de su fallecimiento el próximo día ventiseis de septiembre.

Juan Temboury Álvarez fue un hombre ilustre, un intelectual e investigador indiscutible, una figura clave en la historia del arte de Málaga y en la recuperación, tutela y difusión de su patrimonio cultural, en una época en que esto era una acción difícil, un hombre inteligente con una gran vocación por la historia del arte, con enorme vitalidad, sensibilidad e intuición que, con mucha capacidad de trabajo pero con un tremendo esfuerzo y afán por estudio, compaginándolo con su dedicación al negocio familiar, superó la barrera de erudito local para llegar a ser un destacado historiador del arte y, lo más importante, fue un magnífico gestor cultural, cuando todavía no utilizábamos esos términos, porque supo montar un proyecto cultural en nuestra ciudad.

No es la primera vez que hablo sobre D. Juan Temboury, aunque hacerlo en esta sede en la que él tanto destacó me impone respeto, pero lo hago con mucho gusto y cumpliendo una obligación porque los que nos iniciamos en la investigación siguiendo sus pasos, y aún continuamos, no dejamos nunca de tenerlo presente. Y es importante divulgar su figura y su obra para que no se extinga su memoria y lo conozcan los más jóvenes, o las personas que se han incorporado hace relativamente poco tiempo a nuestra ciudad. Porque a su espíritu activo, a su lucha incansable, se debe en buena parte la reivindicación y revalorización patrimonial de esta ciudad. Temboury estudió y valoró sus bienes culturales y trabajó para darlos a conocer y procurar su tutela. Es cierto que no siempre fue un camino de rosas, pero pudo encontrar muchos apoyos, porque supo buscarlos, y trabajó siempre tratando de reconocer y salvaguardar en Málaga unos valores con los cuales se identifica nuestra memoria y nuestras señas de identidad, porque Temboury contribuyó a la conservación de esas señas.

Dicen que la mejor forma de conocer a un escritor es adentrarse en su método de trabajo. Yo tuve la suerte de entrar pronto en contacto con Temboury, aunque ya hubiera fallecido, pero lo hice a través de su archivo, excelente resultado de su trabajo y dedicación a la investigación. Fue mi maestro D. José Manuel Pita, quien me llevó a la casa de Temboury en 1967 y durante casi dos años iba todos los martes, después llevándome trabajo a casa, para ordenar sus jugosas papeletas, repletas de datos de nuestra historia y nuestro arte, colaborando también con su viuda Dª Victoria Villarejo; en aquellos años tuvimos una intensa relación y para mí el mejor conocimiento de Temboury, aunque anteriormente ya tenía amistad con algunas de sus hijas, compañeras mías en el colegio.

Juan Temboury que había estudiado el trabajo de D. Manuel Gómez-Moreno en la realización de los Catálogos Monumentales, instrumento clave para la conservación de nuestro patrimonio, y a quien admiró mucho, seguía sus pasos para realizar el Catálogo Monumental de Málaga, ya que su intención era una gran publicación que no pudo llevar a cabo porque murió en plena actividad. También Pita, que conoció a Temboury y su fantástico archivo, quiso preparar ese material para publicar, pero no pudo ser. Antes publicar era más difícil y no se consiguió la subvención para ello.

Pero ese espléndido legado de Temboury está vivo, porque su familia hizo donación a la Diputación Provincial de Málaga del archivo y su magnífica biblioteca especializada, y allí se ha ordenado nuevamente para el manejo directo por el investigador. Con María Sánchez García-Camba, directora de la biblioteca de la Diputación, que cuida el legado, se llevaron a cabo estas gestiones; además se ha digitalizado el completísimo archivo fotográfico, y un personal especializado y amante de esos fondos facilita la consulta. Respecto a la biblioteca quiero indicar que en 1947, un artículo del periódico madrileño Arriba, se refiere a Temboury en términos muy elogiosos e indica que los libreros de toda España tienen la consigna de remitirle todo lo que saliera sobre Málaga. ¿Se imaginan lo que hubiera hecho en el mundo de las redes e lnternet?

Como es imposible presentar a D. Juan Temboury en el reducido tiempo de esta intervención, quiero remitir a una publicación sobre su vida y su obra que coordinó nuestro compañero Elías de Mateo, recogiendo las conferencias que el área de cultura del Ayuntamiento y bajo el título genérico de Ciclo “Torrijos” que él dirige, se le dedicó en 1999, como conmemoración de su centenario[1]. Y como más próximo el completísimo reportaje de Francisco Griñán en el Sur del domingo 20 de septiembre. Pero realmente somos muchos los que nos hemos acercado a su personalidad, desde diferentes aspectos, porque es riquísima Y yo espero que pronto se presente la tesis doctoral de Carlos Sarria, el estudio más exhaustivo sobre nuestro personaje y su labor cultural, que nos va a mostrar muchos aspectos desconocidos.

Pero un hombre solo no podría haber hecho tanto como hizo Temboury de no contar con una autoridad y esa autoridad la fue alcanzando por sus propios méritos. Su formación, en gran parte autodidacta, su contacto con destacados historiadores del arte, sus inquietudes, capacidad de comunicación, profesionalidad de criterio, tolerancia intelectual, su independencia crítica, fueron reconocidas por autoridades de muy distintas ideologías y en distintos momentos históricos, como ha indicado Elías de Mateo[2]. Y es importante reseñar los cargos de responsabilidad en el ámbito cultural, que él supo orientar siempre en beneficio de Málaga.

El 4-3-1936 fue nombrado Delegado Provincial de Bellas Artes del gobierno republicano del Frente Popular, más tarde Concejal del Ayuntamiento de Málaga, el primer Concejal Delegado de Cultura de la posguerra, desarrollando una brillante labor pese a que eran tiempos difíciles y críticos, pero trabajó denodadamente; además de intentar rescatar las riquezas robadas, inició la catalogación de las obras conservadas e hizo lo posible para lograr las rehabilitaciones de monumentos. Notable es haber conseguido, a través de una moción presentada en el Ayuntamiento en 1939, que fueran reedificados por el “Plan Nacional de Reconstrucción de Regiones Devastadas y Reparaciones” el Palacio Episcopal (en cuya reconstrucción colaboró con D. Enrique Atencia, también académico), la Catedral y otros templos de la ciudad y de la provincia.

Pero con anterioridad ya ostentaba otros nombramientos como consecuencia de su prestigio intelectual. En 1925 en la Sociedad Económica de Amigos del País, un foro importante de debate y estudio, que luego abandonaría, en 1931 fue nombrado Académico de San Telmo, y en esta sede realizó una magnífica y activa labor, siendo asimismo Presidente de ella[3]. Recibió también nombramiento de Académico Correspondiente de diversas academias, nombrándole la Academia de Bellas Artes de San Fernando ese mismo año

1931 es también el año en que la Alcazaba de Málaga fue declarada Monumento Histórico Artístico, el 3 de junio. Y no fue sólo la Alcazaba, porque 731 inmuebles en todo el territorio nacional se beneficiaron de esta declaración, que en Málaga incluyó también a la Catedral y el Sagrario. Se trata de una de las actuaciones más significativas del mandato de otro malagueño, D. Ricardo de Orueta, un personaje definitivo en la recuperación del patrimonio nacional y también de Málaga, que fue Director General de Bellas Artes en el inicio del Gobierno Provisional, recién instaurada la República, y estuvo al frente de esta dirección hasta diciembre de 1933[4].

Fue en 1932 a raíz del hallazgo fortuito de unos enterramientos árabes en el monte de Gibralfaro y para evitar la construcción de casas baratas en las inmediaciones, que pudieran dañar el yacimiento, que Temboury, con el apoyo de esta Academia y de la Comisión de Monumentos, solicitó a Orueta que se interesase por la Alcazaba, entonces en gran parte oculta por un barrio de casas muy humilde. En 1933 Orueta y Torres Balbás hicieron su primera visita a la Alcazaba “atendiendo con su presencia la demanda continua que le estaba solicitando Juan Temboury” y fue el inicio de la recuperación de este monumento, con un proyecto inicial de D. Leopoldo Torres Balbás, arquitecto conservador de la Zona 6ª y Antonio Palacios Ramilo que tuvo mayor implicación de lo que se ha valorado, como reclama Morente; y más tarde Antonio Burgos Oms, Guerrero Strachan, Prieto Moreno… Temboury estuvo detrás de todas estas iniciativas y permaneció continuadamente en las obras de recuperación desde el año 33 hasta su muerte, siendo nombrado en 1940, Conservador de una Alcazaba que se iría recuperando por su iniciativa[5].

También como Concejal Gestor de Cultura consiguió que la Alcazaba fuera considerada un “problema urbano”. Patrimonio y ciudad unidos, como debe ser. Lugar de encuentro y lugar de acuerdos, siempre deseable, pero en una ciudad cuentan muchos intereses y también fue lugar de desacuerdos y disgustos para Temboury, que vivía intensamente el patrimonio de la ciudad.

Ya en tiempos de Franco, continuó como Delegado Provincial de Bellas Artes. Entre los documentos de su archivo me ha parecido muy revelador uno fechado el 10 de febrero de 1937, (dos días después de que el ejército entrara en Málaga), es una comunicación del Gobernador Civil en el que “teniendo en cuenta los conocimientos artísticos que posee”, le concede amplias facultades para que nombre individuos que procedan a inventariar todo lo relacionado con las Bellas Artes y el Tesoro Artístico Nacional, autorizándolo a trasladarse donde convenga y penetrar en cuantas dependencias y domicilios fuera necesario para recuperar obras de arte, gestión que fue también facilitada por el Ayuntamiento[6].

Fue nombrado Comisario Local de Excavaciones Arqueológicas debiéndose a su gestión algunos de los resultados que veremos muy pronto en nuestro Museo de Málaga y que empezaron a concretarse en el Museo Arqueológico de la Alcazaba. El Museo Arqueológico de Málaga se creó por el Ministerio de Educación Nacional en 1947 y se abrió al público dos años después, al aceptar el ofrecimiento del Ayuntamiento para que dispusieran de la Alcazaba como sede. Habría que recordar como antecedente el coleccionismo privado, la creación del Museo Loringiano de los Marqueses de Casa Loring en su finca de la Concepción, los hallazgos de Cártama y otros que, tras la guerra civil, y con una buena gestión legal (léase expropiación) por parte de Temboury, ingresaron en la Alcazaba, salvo las piezas que ya habían pasado a otra titularidad; y también la restauración de estos bienes muebles fue una labor cercana a Temboury. Creo que todos podemos recordar ese museo en la Alcazaba, cuyos organizadores y gestores fueron Temboury y el prehistoriador Simeón Giménez Reina, que se fue nutriendo, además de lo dicho, con las donaciones de la Sociedad Malagueña de Ciencias y, sobre todo, con las piezas de las investigaciones pioneras de la provincia, y otras posteriores, muchas de las cuales no se pudieron incorporar a la Alcazaba por razones de espacio, pero tendrán su sede en el Museo de Málaga en la Aduana, ya tan cercana su apertura.

Sobre arqueología se conservan importantes informes de Temboury, además publicó muchos artículos en revistas especializadas, y una buena parte de esa espléndida biblioteca es de arqueología. Me estoy refiriendo a informes, artículos, publicaciones que no llegaron a concretarse y quedaron mecanografiadas en el archivo. Porque Temboury fue más investigador y comunicador a través de conferencias, impartió muchísimas, dando a conocer esos descubrimientos de sus investigaciones y mostrándonos así su afán docente, y completó esa amplia labor de divulgación a través de pequeños libros, artículos, etc. . Grandes libros publicados en vida fueron menos pero esto no le preocupaba, él desde sus cargos podía haber conseguido que le publicaran, y no lo hizo. Es bien conocida La orfebrería religiosa en Málaga[7], fruto de muchos años de investigación, y para mí entrañable porque me carteé con él ya que mi memoria de licenciatura versó sobre orfebrería en Granada. Porque los Informes históricos-artísticos[8], utilísima recopilación de artículos e informes que estaban en su archivo se publicó en dos volúmenes en fecha tardía (1974) y Torres almenaras (Costa Occidental)[9] que fue un estudio pionero de calado, al cumplirse los diez años de su fallecimiento.

Porque Temboury, aún siendo conservador de la Alcazaba no se dedicó sólo a este monumento. Conoció la Catedral hasta la última piedra y la estudió así como los bienes que atesora y se dedicó a su recuperación. Sobre el Convento de la Victoria, Temboury realizó en una fecha temprana, cuando no se habían divulgado en España los libros sobre el método iconológico de Panofsky, una memorable lectura del monumento, que también fue restaurado por Atencia después de la guerra y Temboury, al colaborar con él, pudo estudiarla muy a fondo. En Informes histórico-artísticos se publica un artículo fechado en agosto-septiembre 1965 (fíjense qué fecha) titulado “Reinterpretación actual de la iglesia de la Victoria” donde es reveladora la lectura que hace de este conjunto ya que en esa fecha aplica el método iconológico, ofreciendo una explicación del significado de las formas arquitectónicas, de las imágenes y los textos epigráficos.

He hablado al principio de su intuición, pero eso solo no basta para comprender esta obra. Temboury había adquirido una sólida formación y se puede observar un proceso de aprendizaje a través de diferentes fuentes, a través de los iconólogos franceses más conocidos en España como E. Mâle, cuyas obras están en su biblioteca, como también tenía la obra de Rudolf Witkower La arquitectura en la Edad del Humanismo, una obra modélica y cuya huella acusó Temboury desde el momento en que se interesa por la relación entre la arquitectura y su entorno cultural. Esa cultura, ámbito de convivencia, a la que se ha referido nuestro presidente.

Y termino con el Museo de Málaga, cuya apertura tenemos tan cerca y en el que nuestra compañera María Morente, su directora, también se está dejando la vida.

Sabida es la relación de la Academia, instituida en 1849, con el Museo de Bellas Artes cuya creación se plantea en ésta a partir de 1852. Pero no me voy a remontar tanto porque las vicisitudes son muchas y se ha publicado bastante, incluso yo misma[10]. Arrancaré con la posguerra cuando se retoman en la Academia muchos temas pendientes, y que nos conducen a dos museos, ya he citado el fondo arqueológico, me referiré ahora al fondo de artes plásticas, que ambos ahora confluyen en uno, el Museo de Málaga, con sede en el grandioso edificio de la Aduana, espléndidamente restaurado por el equipo de Fernando Pardo Calvo y Ángel Pérez Mora, cuyos nombres están impresos en el reverso de las vistosas tejas de fundición de la cubierta.

Como he indicado, después de la guerra se retomaron muchos temas pendientes en la Academia, entre ellos la sede del Museo. Desde los años 20 la Academia tenía puestos los ojos en un noble edificio, el Palacio de los condes de Buenavista, que estaba en un deplorable estado de conservación. Para detener su deterioro y valorando sus posibilidades para uso museístico solicitó en 1924 la incoación de expediente para su declaración como Monumento Histórico Artístico, lo que se consiguió en 1939 cuando, para desconsuelo de la Academia, un año antes la propiedad lo había alquilado a la Asamblea Nacional de la Cruz Roja que, al realizar obras de adaptación, hizo desaparecer elementos importantes del mismo. A pesar de ello la Academia siguió en su empeño para conseguirlo, destacando ya en esta fecha, el trabajo encomiable de Temboury. Lo que son las vueltas de la historia, para compensar a la ciudad de esa pérdida se ofreció el edificio de la Aduana, lo cual se declinó porque estaban muy ultimadas las gestiones para conseguir el palacio de Buenavista. .

Y por fin se consiguió; las gestiones de Temboury a partir de 1943 y sus relaciones con el Marqués de Lozoya, otro gran historiador del arte, facilitaron la negociación con los propietarios que accedieron a cederlo en 1949, por un alquiler mensual de 500 ptas., sufragando ellos las obras realizadas por la Cruz Roja, a condición de que el Ayuntamiento facilitase el solar donde construir un hospital para esta institución sanitaria. En 1959 estaba terminada la adaptación y rehabilitación del edificio según proyecto de Atencia, abriendo sus puertas al público en mayo de 1961. Y fue Temboury, como indicó D. Alfonso Canales, quien inspiró la adaptación del palacio para que sirviera de sede al Museo, al que quiso dar el nombre de Museo Picasso ya que estaban previstas tres grandes salas para albergar la obra que confiaba donaría el pintor a su ciudad[11].

En un artículo de 1971, reeditado recientemente, nuestro compañero José Infante arremete contra el destino “desmontable” que entonces tenían estas salas, dedicadas también a exposiciones temporales[12].

Sobre las relaciones de Picasso, Temboury y Málaga debo remitirme al libro de Rafael Bejarano La sombra de Picasso sobre Málaga y su museo[13], ya que manejando documentación, fundamentalmente epistolar, depositada por Temboury en el archivo municipal, y otras fuentes, ha podido reconstruir el proceso que éste siguió para lograr que Picasso volviese a Málaga y/o legase algunas obras. Temboury escribió a Picasso desde 1952, lo visitó en 1961, sentía devoción y admiración por él, lo agasajó en nombre propio y de la ciudad, vamos “se lo estaba trabajando”, pero no solo por interés ciudadano sino por su propia devoción. Y estoy segura de que si aquel 26 de septiembre de 1965 no hubieran muerto con él tantos proyectos, de su mano Picasso hubiera vuelto a ser malagueño[14].

Pero de aquellas gestiones surgió una gran amistad con el secretario del pintor, Jaime Sabartés, quien donó a Málaga su biblioteca picassiana, una importante colección de libros de Picasso, ilustrados por él, primeras ediciones, la mayor parte dedicados y con dibujos autógrafos, un espléndido legado en favor de lo que Sabartés llamaba el Museo de Temboury[15].

Quiero transcribir un párrafo de una carta de diciembre de 1960 en la que Temboury le agradece ese detalle: “Muchas gracias por la paternidad que me atribuye sobre el Museo, crea usted que no me sorprende lo hecho, ni el cariño que he puesto en ello, mi orgullo íntimo es sólo haber podido vencer la indiferencia del Estado y el constante navajeo de mis paisanos”[16]. Ya dije antes que no todo fue un camino de rosas, que aquí Temboury resume con esa gracia suya tan peculiar. Entonces estaba muy solo, como ha indicado Antonio Garrido cuando le han entrevistado también para el periódico Sur.

Y por otra vía, mucho más tarde, llegó el Museo Picasso, inaugurado en 2005, que tiene su sede en el mismo edificio que Temboury ambicionaba para él, el Palacio de Buenavista. Además le precedió unos años la fundación municipal “Fundación Picasso-Museo Casa Natal”. Temboury descansará tranquilo, su esforzado trabajo de sembrador ha dado frutos.

Porque D. Juan Temboury se fue de pronto hace 50 años y no tuvo tiempo de despedirse, pero nos ha dejado un legado importantísimo, además de su biblioteca y su archivo, algo menos tangible pero muy grande. Nos ha dejado su ejemplo, su trabajo, su complicidad con su ciudad, Málaga, y el compromiso con su patrimonio histórico y cultural.

[1] MATEOS AVILÉS, Elías de (Coordinador): La vida y la obra de Juan Temboury, Málaga, Área del Cultura del Ayuntamiento, 2001.

[2] MATEOS AVILÉS, Elías de: “Introducción”, Op. cit, p. 16.

[3] CLAVIJO GARCÍA, Agustín: “Juan Temboury Álvarez”, en Jábega nº 10, Málaga, Diputación Provincial, 1975, p. 84.

[4] MORENTE DEL MONTE, María: “Huellas de Ricardo de Orueta en Málaga”, en el Catálogo de la exposición celebrada en Málaga En el frente del arte. Ricardo de Orueta , 1868-1939. (Comisarios María Bolaños, Miguel Cabañas), Madrid, 2014, p. 202.

[5] Ibídem, pp. 206-208.

[6] Archivo Temboury. Carpeta: Patrimonio.

[7] TEMBOURY ÁLVAREZ, Juan: La orfebrería religiosa en Málaga

[8] TEMBOURY ÁLVAREZ, Juan: Informes históricos-artísticos de Málaga. Málaga, Caja de Ahorros Provincial, 2 vols., 1974.

[9] TEMBOURY ÁLVAREZ, Juan: Torres almenaras (Costa Occidental). Málaga, Diputación Provincial, 1975.

[10] CAMACHO MARTÍNEZ, Rosario: “Vinculación de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo con el Museo de Málaga”, Anuario de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo nº 6 , Málaga 2006, pp. 15-20.

[11] CANALES, Alfonso: Prólogo a BEJARANO PÉREZ, Rafael: La sombra de Picasso sobre Málaga y su museo. Málaga, editorial Sarria, 1997, p. 7.

[12] INFANTE, José: Picasso y Málaga, Colección “la hoja que ríe asomada..”, Málaga, Ayuntamiento y Fundación Picasso, 2014.

[13] BEJARANO PÉREZ, Rafael: Op. cit.

[14] CAMACHO MARTÍNEZ, Rosario: “Pablo Picasso y Juan Temboury”, en Picasso y Málaga, Madrid, Ministerio de Cultura, 1981, p. 137.

[15] SALINERO PORTERO, José: Libros sobre Picasso en el Museo de Málaga (El legado “Jaime Sabartés), Ministerio de Cultura, 1981.

[16] BEJARANO PÉREZ, Rafael: Op. cit., p. 85.