El Anuario de la Academia, segunda época

Cuando una publicación inicia su segunda época es una buena señal y lo es porque implica permanencia en el tiempo y persistencia en sus principios —es decir, en su espíritu— y, a la vez, supone capacidad de transformación para adaptarse a días nuevos, a los retos que el siempre desafiante futuro de- para. Así ocurre, amable lector, con este número del Anuario de la Academia que tienes en tus manos.
Una importante primera etapa se cumplió bajo la dirección del académi- co Pepe Bornoy (que, además, era autor de su diseño, donde dejó su singular impronta artística). Pero ha llegado otro momento y lo importante es que el Anuario continúa, que sigue siendo el lugar en el que se reflejan las activida- des de la Academia y, sobre todo, el quehacer de los académicos.
Esta nueva edad del Anuario le hace aparecer con muy distinta imagen, una metamorfosis que le lleva a tener una presencia más sosegada y austera, mas contenida en lo formal, pero no menos rigurosa y científica en los tra- bajos que contiene. Nuestro Anuario aspira a continuar siendo una publica- ción de referencia en el ámbito que le es propio. Y estamos seguros de que lo ha de conseguir, lo consigue ya, bajo la dirección del profesor y arquitecto don Javier Boned Purkiss. Su profunda formación intelectual, su sereno ca- rácter y su amor al conocimiento ya impregnan las páginas de este número. No sería justo olvidar la ayuda que, en sus afanes editoriales, le presta el res- petado y reconocido arquitecto y Vicepresidente segundo de nuestra Institu- ción, don Ángel Asenjo Díaz. Debo, también, referirme a la labor de nueva concepción formal desarrollada por el diseñador don Antonio Herráiz que ha sabido imprimir a la publicación el sello de su siempre limpia elegancia. Estamos orgullosos del fruto de su esfuerzo común; aunque, como siempre, lector, eres tu quien debes de juzgarlo.

JOSÉ MANUEL CABRA DE LUNA
Presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo

Toma de posesión del Presidente de la Académia
de D. José Manuel Cabra de Luna

  • Discurso de ingreso como Académico de Número
  • «PROGRAMA PARA LA ACADEMIA FUTURA» (619K)
  • Salón de actos de la Sociedad Económica de Amigos del País
  • 25 de junio de 2015

Sr. Presidente de Honor de esta Real Academia, dignísimas Autoridades, Señoras y Señores Académicos, Señoras y Señores:

PROEMIO

No está establecido en nuestros estatutos y ni siquiera es tradición en la institución, que el acto de Toma de Posesión de una nueva Junta de Gobierno tenga un carácter abierto, como éste, y en cualquier caso no exento de una contenida solemnidad. Y hemos querido hacerlo así porque entendemos que el momento de Málaga, la ciudad y la provincia entera y el de la propia Academia lo requieren; queriendo significar con este acto que comienza un nuevo estadio en el devenir de esta más que centenaria institución. Espero poder transmitírselo así a lo largo de estas palabras.
Pero el comienzo de esta intervención debe estar marcado por el agradecimiento. El profundo agradecimiento que toda la Academia debe a la Junta de Gobierno saliente y como símbolo de ella al que hasta nuestra elección ha sido Presidente y hoy es Presidente de Honor. Don Manuel del Campo y del Campo ha dedicado su vida a la música y a la enseñanza de ésta. La música es, sin duda, la más universal de las artes y, al tiempo, es la que más se acerca al lenguaje mudo de los dioses pues consigue hacer del silencio un elemento activo de la composición. Sin silencio no habría música y la nota, en sí misma, quedaría en ser mero ruido. Bendito aquel que consigue ser dueño del silencio, no ya del suyo sino del inmenso silencio de todos. Pero también ha dedicado su vida a la enseñanza, a transmitir el conocimiento, lo que – al decir de George Steiner – es la más alta dedicación a la que el ser humano puede aspirar.
Don Manuel del Campo ha ejercido su presidencia en dificilísimas circunstancias familiares, pero incluso en la adversidad más dura ha continuado al timón de la Academia; hoy otras obligaciones urgentes le requieren y por todo ello, por unanimidad de todos los académicos, es ya Presidente de Honor de nuestra institución. Muchas gracias a ti, Manolo, a tus familiares y al equipo que te ha acompañado en tu singladura presidencial.
Quisiera también hacer una mención muy especial y cariñosa para un Académico egregio que, sobreponiéndose a su delicada salud, ha querido hoy acompañarnos; me refiero, claro está, a Manuel Alcántara. Amigo y maestro, que ha elevado sus artículos a la categoría de canon de ese difícil género periodístico y que ha conseguido, en su poesía, lo que tantos ambicionan y solo los elegidos consiguen: ser capaz de la mayor hondura a través del lenguaje más sencillo. Permítanme un sentido homenaje leyéndoles el que, para mí, es uno de sus poemas mayores:

Cuando termine la muerte,
si dicen a levantarse,
a mí que no me despierten.

Que por mucho que lo piense,
yo no sé lo que me espera
cuando termine la muerte.

No se incorpore la sangre
ni se mueva la ceniza
cuando termine la muerte.

Que yo me conformo siempre,
y una vez acostumbrado
a mí que no me despierten.

Pero sería incompleto este proemio si no hago referencia, por breve que sea, a quienes con generosidad e ilusión han decidido acompañarme en esta etapa:

*La profesora Rosario Camacho, docente ejemplar e investigadora paciente y brillantísima. Ahí es nada dejar tras de sí decenas de publicaciones, algunas de ellas imprescindibles para Málaga y una extensa saga de discípulos que la respetan y la quieren. No habiendo nacido en Málaga, ha hecho más por nuestra ciudad y provincia que la gran mayoría de los malagueños; somos deudores de ella. Rosario Camacho será nuestra Vicepresidenta primera.

*Ángel Asenjo: La escena es imaginaria, pero puede acercarse mucho a la realidad. Al nacer Ángel, la madre preguntó “¿Doctor, ha sido niño o niña? y el médico respondió: “Señora, ha tenido usted un arquitecto”. Conozco pocos profesionales del ramo con más amor a su tarea y con más capacidad para formar equipo y motivarlo, lo que le permite abordar proyectos de una extensión y complejidad como solo a los grandes autores les es dado. Su capacidad técnica y organizativa y su incesante búsqueda de la belleza en el arte de Vitrubio le avalan. Siendo autor de la que se ha constituido como la obra de arquitectura más significativa, tal vez la más importante, de la Málaga del siglo XX: el Palacio de Ferias y Exposiciones. Ángel es nuestro Vicepresidente segundo.

*Francisco Carrillo, es persona con una brillantísima carrera profesional, y desde su puesto de funcionario internacional de la UNESCO ha tenido una dedicación absoluta a la cultura como instrumento de redención de las personas y los pueblos. Una actividad diplomática de gran calado completa su curriculum. Es nuestro vicepresidente tercero y, una vez concluido su periplo profesional, se vino a su Málaga natal para descansar. Pero ni él mismo, articulista y escritor de honda formación y finísimo instinto político, se deja, ni los demás (que, a cada momento, le solicitamos consejo y comentario), le dejamos habitar las serenas regiones del descanso. Y es que, si jubilar viene de júbilo, él lo encuentra mejor en el trabajo que en la inactividad.

*Marion Reder Gadow, también profesora e investigadora, pero en su caso, de Historia Contemporánea. Quizá sus orígenes alemanes (como sus apellidos denotan) le aportan una capacidad de sacrificio y una tenacidad fuera de lo común. Ese es el mejor bagaje para ser una investigadora de excepción: entrega total al trabajo y la generosidad de no esperar más recompensa que el conocimiento. Spinoza llamó a esta actitud “amor intelectual” y ella lo tiene a raudales. Quizá por eso se ha atrevido a asumir la dura carga de la Secretaría.

*Elías de Mateo, en quien se da la doble condición de profesor y director de Museos, el del Patrimonio Municipal y el de Revello de Toro. Jano laboral, ejerce una actividad bifronte, la de enseñante y, al tiempo, la de hombre de acción en la difícil gestión cultural. Su hacer investigador está, en este momento, un tanto atemperada, pero siempre a la atenta escucha de que salte un tema que le apasione. Es un conocedor profundo del patrimonio malagueño y singularmente de nuestra imaginería religiosa Se ocupará de administrar, desde la tesorería, las exhaustas arcas de la Academia, que, en este mandato, tenemos la obligación de engrosar para poder hacer más y mejores cosas en pro de las Bellas Artes.

*María Pepa Lara, o de cómo a través de sus archivos puede amarse a una ciudad y su provincia. Sabemos que la memoria de una comunidad se hace colectivamente; pero también sabemos que son personas concretas las que guían el trabajo, las que lo ordenan y orientan; en definitiva, las que lo hacen posible. Ese es el caso de María Pepa Lara. Hoy conocemos mejor quienes fuimos, es decir, conocemos mejor quienes somos, gracias al trabajo callado, continuo y perseverante de ella y de personas como ella. Sus escritos sobre los cines y teatros malagueños son un ejemplo de cómo enseñarnos a querer un momento de la ciudad que ya es memoria. Sus publicaciones son continuas y nos ayudan a confirmar que nuestro presente está irremisiblemente constituido por nuestro pasado, aunque muchas veces lo ignoremos. Ella será nuestra bibliotecaria.

*Javier Boned Purkiss, es arquitecto de finísimo hacer y profunda vocación docente. Hay muchas maneras de abordar una disciplina y es muy posible que la que mayor entrega exija sea la de su estudio teórico y transmisión de los conocimientos que la articulan y sustentan. Es profesor de nuestra Escuela Superior de Arquitectura, que tanto tiene que decir, en este tiempo, sobre la arquitectura, hecha y por hacer, de nuestra ciudad y provincia. Javier Boned es un estudioso de su materia y será el director de nuestro Anuario.

A todos ellos agradezco la generosa actitud de entrega que supone ejercer un cargo en la Junta de Gobierno, la ilusión que han mostrado en todo momento y el sacrificio personal que asumen. Espero corresponderles y estar a la altura de la circunstancia.

PROGRAMA PARA LA ACADEMIA FUTURA

Comienzo aquí lo que es propiamente materia de mi discurso. Mis palabras precedentes han constituido un obligado proemio; un prólogo que, en cualquier caso, he considerado justo y necesario.
Y lo primero que he de decirles es que el título de mi intervención lo he tomado prestado de mi admirado Walter Benjamin. El autor judío alemán tituló uno de sus ensayos más incisivos como “Sobre el programa de la filosofía futura”. En él, desde su esplendoroso y, al tiempo, oscuro lenguaje aborda la quizá imposible y en cualquier caso titánica tarea, de conciliar una visión marxista de la historia con los fundamentos y categorías mentales de la teología judía.
He tomado prestado su título por lo que dice y por cómo lo dice, casi como si fuese un verso, de forma naïf -pues mis conocimientos intelectuales no están al nivel de sus propuestas-, pero sí con la clara intención de, sin olvidar el pasado que nos constituye, intentar ofrecer una mirada nueva. Soy consciente de que, en una institución con ciento sesenta y seis años de antigüedad, el ayer forma parte integrante de su hoy; es decir, lo pasado, al dejar de ser presente vivido se convierte en cimiento del edificio en el que nos toca vivir; no lo vemos, pero sin él el presente carece de sustentáculo.
Mas, paradójicamente, no podremos vivir solo del pasado, de su estudio y recreación, sino que tenemos que construir nuestro presente con decisión, con originalidad y con respeto, y con el firme convencimiento de que una parte de nuestro presente lo hacemos nosotros y otra nos viene dada, de la misma forma que nos viene dada la estructura genética y la educación de nuestros primeros años, de ninguna somos responsables. En esa dialéctica vivimos: entre el riesgo del futuro y la memoria cierta del pasado.

Fundación: 31 de octubre de 1849.

En esa fecha se dicta un real decreto por el que se crea la Academia de Bellas Artes de Málaga. Tan solo dos años después, la Academia organizó la Escuela Provincial de Bellas Artes, “que quedaba bajo su inspección y vigilancia, clasificada como de estudios menores y con título de segunda clase”. Por cierto que uno de los profesores que ostentaron el cargo de restaurador de la Escuela fue Don José Ruiz Blasco, padre de Picasso.
Pero no quedó ahí la cosa, pues además de los informes y dictámenes evacuados para organismos terceros y los estudios de los propios académicos, la Academia siguió pugnando porque se elevara la calificación de la Escuela a primera clase “y aumentar con ello las enseñanzas de la misma, sobre todo en las artísticas, creándose a sus instancias las secciones de dibujo de antiguo, clase de colorido y composición, anatomía artística, modelado y vaciado, paisaje y perspectiva, y una sección especial para impartir enseñanzas artísticas a señoritas. También se instalaron las sucursales en los barrios de El Perchel, Santo Domingo y Molinillo”.
Al mismo tiempo que desplegaba esta actividad educativa fomentando la enseñanzas de las Bellas Artes en sus múltiples manifestaciones, la Academia, ya en 1880, comienza las gestiones para crear un Museo Provincial. A tal fin, los artistas de la institución donan obras suyas y de sus colecciones particulares y, con la ayuda del Ayuntamiento, se forma un modesto Museo Municipal, cuya colección es el germen de la que hoy tiene el Museo de Málaga, del que deseamos vivamente su inauguración. La Academia, por su parte, sigue comprando obra para la colección a pintores como Murillo Bracho o Ferrándiz e insiste, una y otra vez, para la creación de aquel Museo con categoría de Provincial.
Pero no será hasta 1916 cuando se inaugure ese Museo, que contaba con la colección que ha ido formando la Academia, engrosada con una importante donación de Muñoz Degraín. En este punto permítanme una anécdota y es la de que este primer Museo Provincial funcionaba con una pequeña subvención y un conserje, un guardia municipal cedido por el municipio. Clara muestra de que no todo tiempo pasado fue mejor.
Mas, por un momento, recordemos cómo era esa Málaga en la que nuestra Academia lucha con afán educativo, didáctico y de fomento de las Bellas Artes.
La llamada década ominosa, que transcurre de 1823 a 1833 y que había supuesto el triunfo de las fuerzas más retrógradas, quedaba un tanto atrás. El fusilamiento de Torrijos, consecuencia de una aventura romántica y, de seguro, mal medida por su protagonista y seguidores, pero simbólica en lo que tiene de brutal cercenamiento de la libertad, había supuesto un punto de inflexión. El pensamiento de los liberales se fue abriendo paso y comenzó, con ello, la época de expansión económica e industrialización de Málaga y consecuentemente, un importante salto cualitativo.
Hay algunos datos que avalan cuanto digo. La ciudad tenía a la sazón unos ochenta mil habitantes. En 1844 la siderurgia malagueña alcanzó el primer puesto de la producción férrica del país, pues fabricábamos el 72,8 % del hierro nacional. Recordemos que en 1849 se crea nuestra Academia y que ya en esa fecha Málaga era la segunda provincia industrial de España. Nueve años después, en 1858, se crea la fábrica algodonera La Aurora, con más de 700 operarios, que servían más de 350 telares. Y unos años más tarde, en 1862, se funda el Círculo Mercantil; que tardaría poco tiempo en propiciar la creación de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación.
Estas fechas y datos, que desearía hayan servido para esbozar un fresco general de cómo era aquella Málaga en la que la Academia nace, nos permiten hacer una afirmación que creo se ajusta a la verdad; es decir, a cual sea el ser auténtico, la real naturaleza de esta tierra: Málaga es grande cuando es moderna. Quizá su condición de ciudad palimpsesto, receptora de muy diferentes y antiguas culturas y de las que tan sólo conserva retazos, restos incompletos, ecos casi de lo que fueron, le ha permitido esa capacidad de modernidad que siempre ha tenido, esa predisposición al cambio, gracias a no recrearse en su pasado hasta convertirlo en dogal que le aprisione y le impida la continúa transformación, asumiendo con naturalidad una actitud de traducción perpetua; aquella a la que se refiriera el ya citado George Steiner en su obra “La torre de Babel”.

Hoy: 10 de abril de 2015

Mas ¿cuál es la Málaga de nuestros días? Una ciudad con casi seiscientos mil habitantes y con una provincia que tiene censadas a un millón seiscientas mil personas; pero que, en la realidad, supera los dos millones doscientos mil y, algo que es muy significativo y definidor y que nos conforma como sociedad plural: las personas censadas pertenecen a más de ciento cincuenta nacionalidades diferentes. A ello ha de unirse el que durante el año 2013, por decir uno muy cercano, nos visitaron 9,5 millones de turistas. Y aun así Málaga sigue siendo, en buena parte, un ejemplo saludable de “ciudad compacta”, una ciudad mediterránea que ha sabido mantener una vida a escala humana.
Porque aquella otra Málaga pujante del siglo diecinueve se perdió. Entrando en una profunda decadencia industrial y ciudadana y extraviando su autoestima, convirtiéndose en una sociedad disminuida y alicorta. Sin Universidad, sin industria, con un comercio prácticamente reducido al ámbito local, la ciudad y su entorno provincial acabaron siendo una tierra residual.
Pero eso es ya pasado; reciente, pero pasado. Hoy la realidad es muy otra (como revelan los datos antedichos) y, en buena parte las chimeneas de aquellas siderurgias y fábricas de tejidos, se han transformado en Museos y tenemos una Universidad que es “lo más importante que le sucedió a Málaga en el siglo XX, como dijera uno de nuestros anteriores presidentes y de quien me siento deudor en tantas cosas, Alfonso Canales. Una ciudad con una red educativa de la lengua española de las más importantes de la nación y todo ello servido por un puerto receptor de cruceros y un aeropuerto que nos coloca a escasas horas de cualquier ciudad europea. Málaga se ha transformado, así, en centro de una extensa conurbación turística y, ella misma, en destino turístico final.
Nuestra oferta cultural funciona como infraestructura productiva, como variable económica. Sin que podamos olvidar la firme vocación que desarrolla por una reindustrialización desde las tecnologías y la innovación continua.
Pero debemos de cuidarnos mucho de incurrir en el error de propiciar una cultura de escaparate, lo que en nuestro caso sería “fomentar una cultura para el turismo”; sino que debemos de hacer las cosas de tal manera bien que el turismo venga por la calidad y autenticidad que seamos capaces de imprimirle a lo que hacemos. Ni nuestros conciudadanos, ni nuestros visitantes aceptarían lo falso, por espectacular que sea. Pudiera parecer que, en una primera lectura, cualquier envoltura atractiva es aplaudida, pero la realidad de cartón piedra acaba siempre siendo descubierta y despreciada. Es exigible una propuesta auténtica y mostrada con rigor, con claridad pero con rigor. De no hacerlo así, nos convertiremos en nuestra propia caricatura; en un parque temático de una Málaga inexistente, de una Málaga no real y los idealismos, en filosofía y en política, se pagan.
Y hasta aquí el diagnóstico pero ¿qué debe hacer una Academia de Bellas Artes en una realidad como la que he expuesto? Además de continuar con sus estudios, sus informes y dictámenes, no le cumple ya fundar Escuelas, ni tampoco crear Museos; ambas son tareas que, hoy por hoy, han sido asumidas por las distintas Administraciones. ¿Qué le toca hacer, aquí y ahora, a esta institución con más de siglo y medio de antigüedad? Dar sentido; ser capaz de articular el relato de lo que ofrecemos, desde el estudio y desde el pensamiento sosegado, relacionar las ofertas puntuales que se hacen con una mirada que a todas abarque, e incidir en el hecho de que la Historia del Arte, el Arte mismo, es una plural, larga, lenta, y a veces contradictoria marcha, de la creatividad humana.
Mas ¿cómo llevar a la práctica esa difícil tarea? Me atreveré a proponer alguna propuesta concreta:

Plan Estratégico y Director de la Cultura: Partimos del convencimiento de que a la Ciudad y su entorno provincial le han sido de gran utilidad los Planes Estratégicos y las sucesivas revisiones que, a lo largo de décadas, han ido elaborando. Esos planes dibujan un “horizonte de sentido” al quehacer ciudadano. No tienen una función de concreción, sino que marcan direcciones, definen los confines de hacia dónde deben ir y aspiran a ir las ciudades, o sea, las personas que las habitan. Configuran el fundamento de la acción política y social, que luego habrá de ser desarrollado.
Quizá no haya en Europa una ciudad de tipo medio que ofrezca, culturalmente hablando, lo que hoy ofrece Málaga. Ha de obligarse a construir con ello un discurso propio que, lógicamente, ha de estar abierto al cambio continuo, un discurso en movimiento. Y para eso tiene la suerte de contar con un eje vertebrador, la figura y la obra de Picasso.
Es claro que no estamos pensando en una “ciudad Picasso” a la manera de un Salzburgo donde las baratijas, los chocolates, los licores y tantas otras cosas más llevan el nombre Mozart (lo que cito como ejemplo cuasi jocoso, compréndaseme). Lo que queremos decir es que, desde lo que somos más auténticamente, ensayemos y propongamos una perspectiva de visión. Nuestra mirada hacia las obras del siglo XIX que se mostrarán en el Museo de Málaga en la Aduana, las que ya se exhiben en el Museo Thyssen o en el de San Petersburgo / Málaga, se enriquecerá si aprendemos a verlas como los precedentes necesarios de Picasso. Analizando esas obras estaremos en condiciones de aprehender, en su contexto histórico y conceptual, hasta qué punto fue radical e innovadora la aventura plástica de nuestro paisano.
Sendas visitas, giradas con toda intención, a la Casa Natal y al Museo Picasso, nos prepararán para asistir, ya con mucho más fundamento, a la contemplación de las obras que se exhiben en el Pompidou / Málaga, en el Cac/Málaga o en el recién inaugurado Museo de Arte de la Diputación, en Antequera.
Nuestra Real Academia, que fundó la primera Escuela de Bellas Artes de la Ciudad y que fue origen del primer Museo, en principio Municipal y luego Provincial, tiene el firme convencimiento de que ese Plan Estratégico de la Cultura debe ser liderado por ella; por razones históricas y científicas, además de por estricta justicia. La Academia debe y quiere estar muy presente en este momento de la sociedad malagueña y pide a todas las Administraciones que, desde la más plena lealtad institucional y porque han sido capaces de crear las potentes infraestructuras culturales a que nos venimos refiriendo y tantas otras más, sean también capaces de concluir esta labor complementaria pero absolutamente precisa, que dotará de un más claro y pleno sentido a todo lo realizado.
No debemos olvidar tampoco al arte que hacen nuestros artistas más cercanos y respecto del que, entendemos, debe acrecentarse la política de compras y exposiciones, tanto a nivel provincial como local; haciéndolo convivir con lo que ahora, en los distintos museos y centros de arte, se expone.

Málaga, ciudad educativa y educadora: Hace ya unas décadas – para principios generales ese es un tiempo corto – a instancias de la UNESCO, y por una Comisión Internacional dirigida por el que había sido Primer Ministro francés y, más tarde, Ministro de Educación, Edgar Faure, se redactó un largo informe al que se tituló: “Aprender a ser. La educación del futuro”. De ese informe quisiera destacar un esclarecedor párrafo que dice así:
Las colectividades locales, lo mismo que la Comunidad nacional, son también instituciones eminentemente educativas. (…/…) Y en efecto, la ciudad, sobre todo cuando sabe mantenerse a escala humana, contiene, con sus centros de producción, sus estructuras sociales y administrativas y sus redes culturales, un inmenso potencial educativo, no solo por la intensidad de los intercambios de conocimientos que allí se realizan sino por la escuela de civismo y de solidaridad que ello constituye.”

Y hasta aquí la cita. Quiero significar con ella que, así como es evidente que la apuesta de Málaga por la cultura constituye una potente variable económica, al tiempo debe convertirse en el mayor y más fuerte elemento de cohesión social y educativa de la compleja sociedad malagueña y de cuantos nos visitan que, al año y como hemos visto, multiplica por cuatro a los habitantes de la provincia.
Hemos de convertir esa infraestructura cultural que ofrecemos, en cultura vivida, en alegría por conocerla y transmitirla. Tenemos que crear los caminos para que ello ocurra, explorar los altos lugares del espíritu a que todo eso nos puede conducir y enseñarlo a quienes no tuvieron la oportunidad de su estudio o de su mero conocimiento. Ahora, Málaga entera, ciudad y provincia, puede convertirse en un lugar donde la cultura habite y con la convivamos de modo natural. La cultura -y hablo en términos de realidad material y no de metafísica- debe constituirse en el territorio común de malagueños y visitantes.
Permítanme un recuerdo. Hace algunos años visitaba en la Universidad de Stanford, California, el recogido pero magnífico museo que la institución tiene y digo magnífico porque posee el conjunto completo de la monumental obra “Los burgueses de Calais” o uno de los pocos ejemplares que en el mundo existen de “El pensador”, ambos, como es sabido, de Rodin. Sin olvidar Picassos, Mirós, Braque, Matisse, Stella, Claes Oldenburg, Diebenkorn, y tantos otros. El personal que atendía al museo, desde la venta de entradas hasta el de información, visitas guiadas y vigilancia de salas, era todo de edad avanzada y de ambos sexos; supimos luego que eran antiguos alumnos de la Universidad. Unos habían sido capitanes de empresas importantísimas, otros muy significados profesionales o profesores de la propia Universidad. El informe de la UNESCO nos decía que la ciudad educativa devenía en “escuela de civismo y solidaridad”, ¿no constituye un estupendo ejemplo de eso lo que acabo de contarles?
Y por eso afirmo que debemos fomentar ese espíritu y que la Universidad, las Asociaciones y organizaciones culturales de toda índole y nuestra propia Academia deben adoptar una posición activa en el estudio y la enseñanza de esta nueva realidad con la que contamos. Pero sin limitar esa actitud tan sólo a los museos de nueva creación y las obras que en ellos se exponen, sino extendiéndola hacia la arquitectura, hacia la indagación más rigurosa en nuestro pasado, hacia la literatura o nuestros mejores monumentos, hacia las Bellas Artes en general. Si hemos apostado por la cultura, tenemos la obligación de crear, entre todos, las condiciones para que ésta sea una sociedad culta.
No será un camino equivocado, porque el del Arte, el de la cultura, es un sendero de hondura y autenticidad; aunque, como ha dicho el filósofo alemán H.G. Gadamer “la experiencia artística exprese (a) una verdad que no puede ser verificada con los medios de que dispone la metodología científica”. Y es que la capacidad esencial del arte consiste en poder representar en toda su significación la realidad de la experiencia; razón por la que los Episodios Nacionales de Galdós o “Los fusilamientos del 3 de mayo” de Francisco de Goya, pongamos por caso, son capaces de transmitirnos un conocimiento y una verdad tan profundos como la que podamos encontrar en el más sesudo y documentado análisis histórico o crítico. Y quizá ello sea posible porque, y con estas palabras de Gadamer concluyo, “el arte es, ante todo, una experiencia de la verdad y del ser. El arte no es partícipe de un grado menor de realidad, sino todo lo contrario; en el arte el ser se incrementa”.

He dicho

Toma de posesión como Académico Correspondiente
en Antequera de D. José Escalante

  • Discurso de ingreso como Académico correspondiente
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  • Laudatio de Dª Mari Pepa Lara
  • Salón de actos de
  • 17 de enero de 2015

Excmo. Sr. Presidente, Iltmo. Sr. Alcalde, Excmos. e Ilmos. Señores Académicos, Dignísimas autoridades. Señoras y señores.

Vengo hoy a tomar la palabra para dictar mi discurso de ingreso como Académico de esta Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, lleno de entusiasmo y sintiéndome profundamente honrado.

Temo no encontrar las palabras adecuadas de agradecimiento a mis queridas amigas doña Rosario Camacho, doña Marion Reder y a doña Mari Pepa Lara, que propusieron mi nombre para integrarme en esta Corporación, palabras de agradecimiento que tengo que hacer extensivas al Sr. don Francisco Cabrera, nuestro secretario, por sus desvelos e inmerecida confianza en mi persona.

He de reconocer que me ha sido muy dificultoso determinar el tema de mi discurso, mi habitual inestabilidad e inseguridad se han hecho, si cabe, más evidente en estas semanas. Al final vi claro que los temas que tenía en mente no eran incompatibles, sino complementarios.

Tengo la inmensa suerte de desarrollar mi vida profesional desde hace ya un cuarto de siglo, en un centro archivístico único, como es el Archivo Histórico Municipal de Antequera. Un centro referente por la riqueza documental que atesora.

En este espacio físico donde el tiempo tiene otra cadencia, los libros y legajos que contienen los documentos nos enseñan cada día e informan de la realidad de las Tierras de Antequera, término este que viene a definir un espacio geográfico que rompe las encorsetadas barreras geopolíticas que delimitan un territorio que no conoce fronteras, sino realidades, y que se ubica en el corazón de Andalucía, desde donde late de una forma muy especial.

Todo es distinto en estas Tierras de Antequera y nada es casual. El espacio está perfectamente definido desde la lejana prehistoria, fue en el Neolítico, cuando todo comienza, cuando se levanta el mayor y más singular conjunto megalítico del mundo, que por fin va a ser reconocido en su justa medida como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Menga sin duda es el inicio, es el primer documento que nos habla de la grandeza de una tierra, de una avanzada tecnología y de un grupo social tremendamente arraigado a un espacio, que tras miles de años sigue transmitiendo información.

Es el primer documento de las Tierras de Antequera, es el antecedente más lejano de lo que en un futuro, hoy presente, y permítanme esta licencia, supone la institución archivística antequerana. La vigente Ley de Archivos de Andalucía define al documento como “toda información producida por las personas físicas o jurídicas de cualquier naturaleza como testimonio de sus actos, recogida en un soporte, con independencia de la forma de expresión o contexto tecnológico en que se haya generado”. Es una de las definiciones más amplias y completas que en el contexto español se ha precisado.

Pero no demos pie al error, mi anterior afirmación pondría en estado catatónico a mi buena amiga doña Antonia Heredia Herrera, que quedaría frustrada de no haber sabido inculcarme sus sabios conocimientos.

Menga, por mucho que yo me empeñe, es un testimonio, no es un documento, transmite información pero no forma parte de un expediente.

Pero hoy no podía dejar de jugar con este equivoco inducido, porque al final, de lo que estamos hablando es de patrimonio y las Tierras de Antequera saben mucho de eso, de patrimonio, de su conservación, su interpretación y su difusión.

Pocos lugares cuentan con un Archivo como el que disfruta la ciudad de Antequera, porque singular es la institución, y plural su contenido.

La provincia de Málaga en su conjunto es uno de los lugares cuyo patrimonio fue más terriblemente castigado durante la contienda civil de los años treinta. No solo se ve afectado el patrimonio inmueble y mueble, sino que también sufrió las iras de Agni, o de Marte, el patrimonio documental; parece que cuando la bestia de la guerra aparece, hay un regusto especial en eliminar la memoria colectiva, en destruir la realidad. Infructuoso trabajo que no logra sus objetivos, el tiempo sigue marcando su ritmo y el mito del ave Fénix se hace realidad una y otra vez, por mucho que se empeñen los hombres.

Hay una frase que resume como ninguna la estupidez humana de la destrucción de esa realidad, y que se la debemos a Erasmo de Rotterdam: «no hay fiera más fiera para el hombre que el mismo hombre. El pueblo funda y construye las ciudades, la locura de los príncipes las destruyen«.

Pero hay un lugar en esta provincia que tuvo la suerte de Persépolis; milagrosamente la ciudad de Antequera ha conseguido salvar su patrimonio a los envites de los fanáticos y sobre todo su patrimonio documental, el más débil.

La realidad actual del Archivo de Antequera es el resultado de la callada y constante intervención de una serie de circunstancias y personajes, que se han convertido en valedores y firmes paladines de la conservación de los documentos, no solo como un elemento administrativo, sino como un tesoro único que conserva la vida cotidiana de las Tierras de Antequera.

Ha habido momentos claves, fundamentales para llegar a la realidad de hoy, y todos convergentes en la clara apuesta de los regidores que han sido de este territorio por apostar, por conservar, recuperar y proteger la documentación.

Marquemos estos hitos, al menos los más significativos. En torno al año 1734 la ciudad de Antequera contaba con 23 oficios de escribanos públicos; por una Real Orden se manda reducir a 12 estas escribanías. Los documentos producidos por las mismas eran propiedad de los escribanos y estaban vinculados al oficio, al quedar reducidas se corría el riesgo de perder esa rica documentación. La Ciudad ordenó el traslado y custodia en las dependencias de la Casa de Cabildos, de aquellos oficios que no se reagruparan, a fin de preservar lo que ya consideraban patrimonio vinculado a la Ciudad de Antequera.

Las Actas Capitulares están llenas de acuerdos tomados en defensa y protección de la documentación, tanto de la producida por la Ciudad, como de la recibida. Es la manera de preservar y hacer valer los derechos y privilegios.

Pero a lo mejor esto nos queda a todos un tanto lejano en el tiempo, aunque en realidad, la línea temporal que nos separa es estadísticamente un suspiro en el contexto histórico.

En esta tarea de conservación y preservación del patrimonio documental no se puede olvidar hoy a una personalidad fundamental como fue el edil Nicolás Vizconti de Porras, quien en 1895 se hace cargo personalmente de reorganizar toda la masa documental de Antequera. De él nos cuenta el erudito local José Muñoz Burgos “…que investigó en los archivos notarial y parroquiales, reuniendo muchas notas de interés para la historia de su ciudad natal. No llegó a publicar ningún libro, pero facilitó al académico don Francisco Rodríguez Marín, el material para las biografías de Luis Barahona de Soto y Pedro Espinosa y de otros destacados poetas antequeranos del siglo de Oro, y también al cronista de la provincia, don Narciso Díaz de Escobar…”

En primer lugar coordinará con el entonces notario archivero Miguel Gomez Quintero, la reagrupación de todos los protocolos notariales, y expedientes de justicia municipal, habilitando para ello, curiosamente, el viejo edificio del Pósito; justo cien años después este edificio se convertirá en la sede institucional del Archivo antequerano.

Nicolás Vizconti, personalmente, reorganizará nuevamente todo el archivo municipal y redactará un preciso y pulcro inventario en 1903 que se ha llegado a conservar, y en el que el gran merito reside en el planteamiento de estructurar la documentación por secciones, atendiendo a un criterio funcional y moderno en su época. Hasta ahora no existía cuadro de clasificación y los documentos simplemente se ordenaban con un número curren. El cuadro de clasificación que establece Vizconti estará vigente hasta 1990.

Además sanea todas las instalaciones e identifica los distintos legajos con nuevos materiales; por ultimo en su condición de concejal logra que se dote presupuestariamente la plaza de archivero, que la ocupara en 1905 Alberto Rojas.

Su intervención en salvaguardar el patrimonio documental será excepcional, hasta el punto que tras su fallecimiento en 1916, se celebró una sesión extraordinaria necrológica en el Ayuntamiento a la que asiste su esposa doña Carmen Moreno Serno, quien hace entrega en ese acto de un manuscrito que contiene todas las investigaciones realizadas por Nicolás Vizconti a lo largo de su vida y una nueva Historia inédita de la Ciudad.

La injurias del tiempo han cubierto de olvido su invalorable trabajo de investigación, e incluso 50 años después de su fallecimiento, el Ayuntamiento quiso dejar constancia de la labor desarrollada por Vizconti, ordenando dedicar una placa conmemorativa ubicándola en las dependencias del Archivo. No tuvo suerte su reconocimiento, no así su labor, entre otras cosas, porque la diosa Fortuna, aquella que miraba a la ciudad vieja desde el Arco de los Gigantes, vino a traer a una figura que heredará la preocupación y el celo por la conservación documental.

Se tratará de un extraño personaje, siendo todos los archiveros extraños y raros, casi una casta, los señores del papel, ya lo dije en mi laudatio a doña Antonia Heredia Herrera… Este personaje al que me refiero es José María Fernández Rodríguez, pintor, artista polifacético, profesor de bellas artes, investigador incansable, escritor, cronista de la ciudad, archivero municipal y académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo. La incorporación de José María Fernández al Archivo es casual, en 1924, y lo hace como auxiliar temporero, para colaborar con el entonces titular don Esteban Cebrián Sáenz, que se vio desbordado en su cargo. En esta situación de temporero José María estará hasta ser nombrado con carácter interino en 1931; cinco años después, el 17 de julio de 1936, D. José María Fernández Rodríguez será ratificado en su puesto y se le concederá la titularidad de su plaza.

Con la incorporación de José Mª Fernández, al archivo será fundamental para impulsar el conocimiento sobre la historia y el arte locales. Desde un primer momento y alternando sus labores como director de la Escuela de artes y oficios, iniciará un profundo y sistemático análisis de los fondos documentales, que plasmará en un sin fin de artículos y trabajos de carácter divulgativo, que causaran una onda impresión y una repercusión que hoy perdura todavía, sin duda un autentico acierto. José María Fernández pondrá orden en un caótico archivo, que durante más de dos décadas ha sufrido la inestabilidad de los constantes cambios de titulares, lo que sin duda repercutió de manera negativa en la conservación y organización de los documentos. Permanecerá como archivero y posteriormente también como cronista oficial de la ciudad, como hemos apuntado, hasta su fallecimiento en 1947.

Pero su labor va más allá de la puramente archivística, aunque esta fue su herramienta de trabajo. Antequera era y es una ciudad patrimonial, única. Su planteamiento era innovador y se trataba de documentar la historia de la ciudad y de poner en valor su riqueza artística. Para ello se valió de la difusión a través de los medios de comunicación para llegar a una población en aquella época, más preocupada de llevarse algo a la boca que de conservar un vetusto retablo barroco, y ni decir tiene de una montaña de viejos y apulgarados papeles, más útiles para hacer una buena candela que para otra cosa.

Pero Heracles, de mano de Fortuna, supo iluminar y marcar el camino. Las horas de investigación se vieron plasmadas en numerosos artículos divulgativos, directos, que contaban de forma simple las grandezas de las Tierras de Antequera, de su glorioso pasado y de su rico patrimonio, como una herencia vinculada que la ciudad había recibido.

Posiblemente esta labor de investigación y de popularización del conocimiento histórico y artístico, fuera la causante de la preservación extraordinaria del patrimonio local, cuando las iras de Marte nublaron el cielo antequerano.

Los ciudadanos adquirieron una concienciación por encima de intereses políticos y religiosos, que hacían ver como algo propio lo que en otros lugares era fuente de odio y desahogo de rabia.

Es una teoría, que se apoya con unas conclusiones en la realidad patrimonial de Antequera hoy. Lo vemos de forma muy clara con un ejemplo simple, los únicos dos archivos sacramentales que no sufrieron daño alguno durante la contienda civil se ubican en las Tierras de Antequera, el resto sufrió la total destrucción.

Con José María Fernández los hados fueron más benévolos permitiéndole transmitir su conocimiento, pero al igual que con Vizconti, su gran obra quedó inédita, aunque Fortuna su protectora ha permitido conservar sus manuscritos para que puedan ver la luz.

Tras su fallecimiento en 1947, Caos volverá a entrar en las dependencias del Archivo, hasta la llegada de José Ruiz Ortega. Lo primero que hará, en el ejercicio de su labor, es emitir un informe en el que indica que la documentación se encuentra en estado caótico, por falta fundamentalmente de un local adecuado para ordenarla, estando amontonada en el suelo, y propone una serie de medidas para facilitar su organización y conservación. En primer lugar plantea al ayuntamiento que prohíba fumar en el espacio del Archivo, trasladar a la segunda planta del Palacio Municipal la colección encuadernada de la Gaceta de Madrid, y limpiar las dependencias, para poder trabajar adecuadamente y comenzar a ordenar los documentos apilados. La labor de José Ruiz Ortega será realmente importante, ya que si en principio su contacto con el Archivo era una cosa temporal, sin embargo se prolongará en el tiempo y consolidará su puesto, salvando lo que se vaticinaba el fin por desidia del patrimonio documental.

Por último quiero aludir a dos personas claves, imprescindibles en la consolidación de la realidad archivística de las Tierras de Antequera: por un lado la incorporación, desde 1962, en que toma posesión de forma interina, de don Manuel Cascales Ayala, y que en 1966, será definitivamente nombrado archivero, permaneciendo como tal hasta 1982, compartiendo responsabilidad como director de la Biblioteca y del Museo Municipal, cargo este ultimo que aun hoy ostenta en calidad de Director honorífico.

Durante su periodo, se producen dos hechos relevantes; por una parte, la firma del convenio marco en 1972, con el obispado de Málaga, lo que va a permitir intervenir en los archivos parroquiales y en el archivo de la Real Colegiata, saneando su documentación y agrupándola para su consulta; por otra parte participa, en 1969, en el proceso que llevará a convertir al Archivo Municipal en Archivo Histórico, por Orden de 4 de febrero de 1970 del Ministerio de Educación y Ciencia, lo que permitirá agregar a sus fondos por una parte la sección histórica de los protocolos notariales de la ciudad y por otra el archivo intermedio, es decir las escrituras de más de 25 años.

Durante el periodo como archivero de don Manuel Cascales, la documentación se agrupa en torno a las dependencias del Museo Municipal y Biblioteca, las secciones históricas, mientras que el archivo administrativo continuará en el Palacio Consistorial. Don Manuel Cascales es además Académico Correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo

En 1989 se hará cargo del archivo este ponente, compartiendo responsabilidad, hasta el año 2002, con el Cronista Oficial de la ciudad y catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Málaga, el malogrado don Antonio Parejo Barranco, designado durante este periodo temporal aludido como Director del Archivo.

En 1995 la documentación de la ciudad, dispersa en distintas instalaciones, se unifica en las paneras del antiguo Pósito, rehabilitado para ello. A partir de este momento la apuesta es por recuperar de formar global el patrimonio documental de estas Tierras, habiendo logrado establecer 12 Fondos, que aglutinan desde la documentación edilicia a la notarial, desde la eclesiástica a la empresarial, la fotográfica, la impresa, conservando en la actualidad más de 30 Archivos de diversas personas físicas y jurídicas de Antequera y sus Tierras. Por ello hablábamos de Archivos en plural, no solo Antequera ha sabido rescatar y conservar su patrimonio documental, sino que además es un referente a nivel nacional.

El latido del corazón de Andalucía es firme y potente. Porque además no se queda en el mero rescate y conservación. Me viene a la mente en este punto el gran rey asirio Asurbanipal, fue el creador de una de las mayores bibliotecas – archivos de la antigüedad, manteniendo una constante preocupación por rescatar tablillas y documentos referentes al mundo asirio y constantemente mandando expediciones en ese sentido. El historiador Francisco Rodríguez Neila, en su obra Antiguos imperios orientales, recoge un texto atribuido a este rey asirio que dice «…Yo Asurbanipal, me he enriquecido con toda la sabiduría del mundo, he aprendido a escribir tablillas…He leído los elegantes textos de Sumer y las obscuras palabras acadias, he descifrado inscripciones en piedra de antes del diluvio…» Su afán de conservar y recuperar se vio truncado cuando Nínive fue destruida, pero sin embargo consiguió que esta acumulación documental sirviera para algo, mejorar el conocimiento de su entorno y difundirlo, esa es en realidad la clave.

Como el ideal de Asurbanipal, el Archivo antequerano busca incansablemente cuantos documentos en cualquier soporte pueda dar luz al mejor conocimiento de las Tierras de Antequera.

Los grandes logros de estas personas que hemos visto vienen determinados anteriormente por su constante inclinación a la investigación en el caso de Vizconti, a la archivística y a la historia local, en el caso de José María Fernández, a la historia local y por primera vez a la historia del arte como elemento patrimonial y de diferenciación; en el caso de Manuel Cascales a la vida cotidiana, y Antonio Parejo a la investigación sobre la Historia Económica, todos ellos con un elemento común, las Tierras de Antequera.

El trabajo de indagación archivística da como fruto el conocimiento de nuestro entorno como un elemento fundamental, clave en la mejora de la sociedad. Lo tenemos delante de nosotros. El reto de disponer de fondos, y estos ordenados y descritos, es una realidad, tan solo queda la batalla contra Cronos, que nos corroe y nos recuerda lo efímero de la existencia.

Antequera, no me cansaré de recalcarlo, es una ciudad patrimonial. Sobre este contexto, sin embargo, pocos investigadores han dedicado su tiempo, no está proporcionada la riqueza artística que nos rodea, con el patrimonio documental intacto y con su conocimiento directo.

A poco que leamos en la fuente de la sabiduría, los legajos nos iluminan. Mirad, en 1991, fui protagonista de un hecho singular, llevaba muy poco tiempo en el Archivo, y estaba realizando tareas de reorganización del Fondo de Protocolos Notariales, cuando de repente sin buscarlo me fijé en una escritura, una de tantas miles que se conservan; se trataba de un contrato u obligación entre los hermanos de la cofradía del Dulce Nombre de Jesús y un señor que se llamaba Diego de Vega, y que tenía por oficio entallador. Nadie conocía a Diego de Vega, y fue el inicio de una aventura de búsqueda de la realidad artística de Antequera. Hasta ese momento tan solo sobre la mesa se había colocado el nombre de un grupo de artistas dieciochescos como autores de determinadas obras en el contexto antequerano, ignorando el principio, atribuyendo los trabajos a personajes externos a las Tierras de Antequera.

La aparición en escena de la figura de Diego de Vega va a cambiar todo el panorama sobre el concepto de arte en nuestra ciudad. Es evidente que tras su aparición se ha tratado de encuadrar a la persona, no con demasiada fortuna, al faltar el entusiasmo durante estos últimos 24 años de los investigadores del arte; tan solo en los últimos tiempos se está mirando con cautela, eso sí, desde el ámbito universitario, lo que pasa en Antequera. Detrás, o mejor dicho, con Diego de Vega, ven la luz otros artistas, escultores, retablistas, pintores, doradores, plateros, alarifes y arquitectos, que llenan las páginas de la historia del arte de Antequera y con su obra ilustran a esta ciudad patrimonial; es como si hubieran tenido miedo a salir, y ese paso dado por el entallador Diego de Vega hubiera animado al resto a mostrarse. No nos equivoquemos, ellos han estado siempre aquí, sus obras delante de nuestros ojos, sus identidades, esperando nerviosas su retorno plasmadas en las páginas de los fondos del Archivo

Se ha pasado del concepto de ser un satélite de Sevilla o de Granada, a hablar tímidamente de círculo artístico antequerano. Fijaos con qué fuerza late el corazón de Andalucía. Mohedano, Gutiérrez Garrido, Vázquez de Vega, los Castillo, los Burgueño, los Márquez, los Carvajal, son algunos de los cientos de nombres que han construido la realidad de Antequera, más que nombres generaciones de artistas que se han perpetuado en el tiempo.

El esfuerzo realizado en la preservación documental una vez más ha dado su fruto, ahora en el mejor conocimiento de la realidad cotidiana y artística de esta Ciudad única; tan solo hace falta abrir un simple protocolo y fijar atentamente nuestra mirada.

Era lógico pensar en la existencia de estos productores, y del desarrollo sistematizado de la transmisión de su conocimiento a través de talleres, donde se forman y transmiten la técnica adquirida. Fácil es distinguir ahora las obras de estilo antequerano que inundan las Tierras de Antequera y otros espacios geográficos, pues tienen todas un sello especial, único, diferenciador.

Hemos podido saber, porque así nos informa la documentación conservada, de la existencia incluso de varias hermandades que agrupaban a estos profesionales, la de San Eloy con los plateros, en gremio ya, desde la primera mitad del siglo XVI, la de San José de los alarifes, entalladores y carpinteros de lo blanco, o la de San Lucas que acogía en la popular ermita de Santiago a pintores y doradores, antecedente indiscutible de la que sería ya en el siglo XVIII, la Real Academia de Nobles Artes de Antequera, constituida por maestros profesores de arquitectura, escultura y pintura, con el fin de formar a los nuevos y numerosos artistas, bajo el patrocinio y protección de Carlos IV.

He comenzado este discurso invirtiendo los conceptos del título; tres temas planteados, que en principio parecían no tener nada que ver unos con otros, sin embargo como habéis visto los tres confluyen en Antequera y son dependientes unos de otros. Al fin y al cabo de lo que hemos hablado ha sido del patrimonio que marca incansable y constantemente en el tiempo a esta ciudad ubicada en el corazón de Andalucía y que desde su fundación en el Neolítico ha sido invariablemente un referente y un espacio territorial único.

He dicho.

LAUDATIO A LA TOMA DE POSESIÓN DE D. JOSÉ ESCALANTE,
POR MARÍA PEPA LARA GARCÍA (Pdf 185k)

 

Hoy, 17 de enero de 2015, la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga se ha trasladado aquí, a esta bella ciudad de Antequera, para recibir como Académico Correspondiente al Ilmo. Sr. D. José Escalante Jiménez, cuyo nombramiento tuvo lugar a finales del año 2014, aprobada por unanimidad la propuesta de los numerarios Doña Rosario Camacho, Dª Marion Reder y quien les habla. Me corresponde a mí, por expreso deseo del nuevo Académico, su presentación y recibimiento en esta Real Academia, así como el glosar los méritos que concurren en su persona, los cuales le hacen acreedor de su ingreso en esta Ilustre Corporación malagueña.

Antes de enumerar, someramente, el currículo de José Escalante, quiero destacar que nuestra amistad se remonta a muchos años atrás, y nos une, además, la profesión de archivero. Mi pertenencia al Archivo Municipal de Málaga como tal durante 35 años, los últimos 15 como directora de éste, facilitó nuestro conocimiento y colaboración en los diversos actos que organicé, y siempre que lo requerí conté con su participación. Asimismo, esta contribución fue mutua, y también colaboré con él en sus Ciclos de Conferencias y publicaciones.

José Escalante es archivero municipal, director del citado Archivo Histórico Municipal de Antequera, entre los años 2005 a 2012. Es Auxiliar del Archivo Diocesano de Málaga en Antequera.

Es muy importante su vinculación con la Universidad de Málaga. Licenciado en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras, actualmente está realizando su tesis doctoral sobre el “Ámbito de la fe pública en Antequera a lo largo de la Edad Moderna”.

Experto Universitario en Archivística y en Genealogía, desde 2005 colabora con el Aula de Formación Abierta para Mayores de la Universidad de Málaga, en calidad de profesor. Es colaborador Honorario adscrito a dicha Facultad, Departamento de Historia Moderna.

José Escalante pertenece a numerosas Instituciones antequeranas, las cuales, conscientes   de su valía y estimación han acordado, por sus conocimientos y preparación, distinguirlo incorporándolo a su Corporación, donde puede difundir su erudición. Así, es Académico numerario y Vice-director de la Real Academia de Nobles Artes de Antequera, de la que ha sido miembro refundador formando parte de su Comisión Gestora.

Pertenece a la Ilustre Sociedad Andaluza de Estudios Históricos-Jurídicos. Secretario del Seminario de Estudios Antequeranos y Director de la revista del mismo nombre. Asimismo, es el Director del Seminario Permanente de Ciencias Documentales e Historiográficas.

Un campo en el que José Escalante es un gran conocedor y aprecia en grado sumo, es el de temática cofrade y religiosa: iglesias y conventos, muy numerosos como sabemos en esta provincia, de gran valor artístico, cuya trayectoria ha estudiado perfectamente nuestro nuevo académico. A ellos ha dedicado su participación como cofrade, junto con numerosos estudios y artículos sobre esta materia.

Por ello, creemos que su vinculación con estas Hermandades y Cofradías antequeranas merece ser destacada. Es Cronista Oficial de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa de Antequera.

Presentó el Cartel de la Semana Santa de la Cofradía de los Estudiantes en el año 1992, y los Carteles Oficiales de la Semana Santa de Antequera de los años 2000 y 2005. Pregonero de la Archicofradía de la Sangre y Santa Vera Cruz en el año 2002. Por último, fue el Pregonero de la Semana Santa de Antequera en 2011.

Como estamos comprobando, José Escalante, por méritos propios, es uno de los personajes emblemáticos de esta ciudad de Antequera, puesto que conoce en profundidad, a través de los documentos del Archivo Histórico, la Antequera de ayer, de hoy, y yo añadiría, incluso, que se atreve a prever la del futuro.

José Escalante ha prestado su atención en variadas disciplinas que comprenden la Historia, la investigación documental, las tradiciones y costumbres de su ciudad, sus alrededores y Provincia; la cultura en el más amplio sentido de la palabra.

Para conocer su trayectoria, tendríamos que pormenorizar, o al menos resumir, su extenso y brillante currículo, sus méritos profesionales, sus publicaciones, su presencia activa en seminarios, jornadas y congresos, sus puestos de responsabilidad en otras instituciones académicas, cofrades, religiosas y entidades.

No hay duda que, donde haya un inicio de proyecto cultural, una iniciativa nueva, allí estará José Escalante. Esta ha sido siempre la forma de actuar de nuestro académico: continuamente en movimiento, hacia adelante y con nuevos e ilusionantes proyectos.

Sin embargo, esta intensa actividad académica y archivística no le ha disminuido tiempo para dar a conocer el resultado de sus investigaciones en variados campos, los cuales se reflejan en numerosas publicaciones. Podríamos decir que éstas sobrepasan la docena de títulos de libros publicados sobre diversas materias, a los que habría que añadir otros tantos escritos en publicaciones colectivas. Destacaremos varios de estos títulos:

-“El Archivo Histórico Municipal de Antequera: Un proyecto de futuro”, 1999.

-Archivos y Fondos Documentales para la Historia del patrimonio Cultural de las Hermandades”, 2004.

-“Las mujeres en el siglo XX: un camino hacia la igualdad”, 2006.

-“Guía del Archivo Histórico Municipal de Antequera”, 2007.

-“De los símbolos y títulos de Antequera”, 2008.

-“El puzle de la Historia. Antequera como paradigma”, 2014.

Sin mencionar el número, por su gran extensión, de artículos, más de un centenar, en su mayoría de temática antequerana, relacionados con su historia y patrimonio. No en balde, como decíamos anteriormente, conoce su ciudad en profundidad.

Además, debo añadir que el nuevo académico al que tengo hoy la satisfacción de presentar, ha estado sorprendiéndome con su capacidad de dar cauce en su creatividad no solo como archivero, sino como investigador de nuevas tecnologías, aplicándolas a las diversas secciones del archivo, consiguiendo así difundir con más precisión y rapidez sus fondos documentales, bibliográficos, gráficos y hemerográficos.

También ha organizado y coordinado diversas exposiciones y muestras tanto a nivel local como provincial:

-“Toros en Antequera: El cartel como documento (1870-1939)”, 2008.

-“Cien años de historia de la policía local (1908-2008)”, 2008.

-“La Historia que no hemos contado: El trabajo de las mujeres y su significado social”, 2009.

-“Seiscientos años de comercio e industria en Antequera”, 2010.

-“Antequera y el Ferrocarril (1865-2010)”, 2010.

Es difícil precisar las previsiones de futuros trabajos que tendrá en este momento José Escalante, pues su mente está siempre pensando en cómo ampliar y dar a conocer su Archivo, difundirlo; en el próximo libro o artículo, o en las conferencias que, de forma periódica, imparte, también como coordinador, en variados Ciclos de Conferencias y exposiciones de distintas temáticas en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés en Málaga.

Junto a estas descripciones de su vida profesional, cultural e investigadora, quiero añadir que, además, Pepe Escalante es un hombre honesto y buena persona, amigo de sus amigos, puesto que se desvive por servir y atender a todo el que solicita sus servicios o atención.

Para terminar, quiero deciros que ha sido un privilegio para mí dar a conocer la trayectoria personal y profesional del archivero y desde hoy Ilmo. Académico, Sr. D. José Escalante, ayudando a difundir sus méritos que acreditan su ingreso como Correspondiente en la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo.

Con la seguridad de que tu incorporación será una valiosa ayuda, Pepe, querido amigo y compañero, sé bienvenido a esta Real Academia de Bellas Artes.

Tomas de posesión de Académicos, anteriores a 2015

  • La información sobre las Tomas de Posesión de Académicos que corresponden a los años 2000-2014 están disponibles en sus respectivos Anuarios. Puede acceder a ellos en el apartado Primera Época de la Sección Anuarios. (  Anuarios )
  • La información sobre las Tomas de Posesión de Académicos de fecha anterior al año 2000 están disponibles en los Archivos de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo