- Rafael Martín Delgado
- Publicado en la sección 03 Colaboraciones de Académicos ©
- Anuario 2016. Segunda Época (descargar pdf)
E
n el último tercio del siglo XIX, el arquitecto municipal Juan Nepomuceno de Ávila elaboró un proyecto de ordenación del área del cerro de la Alcazaba, entonces ocupada por un barrio de casas, que planteaba la demolición de la fortaleza y las casas y la explanación del monte para incorporarla a la ciudad que entonces estaba siendo objeto de planes de ensanche y reforma interior (1). Esta ordenación, imbuida de las teorías urbanísticas del siglo, pretendía la eliminación de las casas que desde la calle Alcazabilla subían por el cerro hasta colonizar las ruinas de la Alcazaba, que subsistían en malas condiciones higiénicas, para implantar un trazado regular de manzanas.
Este no fue el primer proyecto de ocupación de los terrenos de la Alcazaba, ni sería el último, que al ser desestimados han permitido la posterior recuperación del conjunto monumental.
La evolución urbana del entorno de la calle Alcazabilla desde principios de siglo XX, aunque ha supuesto una modificación sustancial de esa parte de la ciudad, ha dejado permanencias que evocan su origen. En los planos históricos de Málaga la calle Alcazabilla es estrecha y algo quebrada, proveniente del trazado musulmán como las del resto del casco histórico. Estaba cerrada al norte a la altura de la calle Pozo del Rey por la manzana de Muro de Santa Ana, que englobaba la cerca de la ciudad musulmana que desde la puerta de Granada se unía, subiendo el monte, con la muralla de la Alcazaba. La apertura al norte para enlazar con el eje de la calle de la Victoria se empezó a plantear ya a finales del siglo XIX, pero no es hasta los años 20 del XX cuando, siguiendo un llamado Plan de Grandes Reformas, se llevaron a cabo los derribos de los solares de la calle para su ensanche y apertura a la parte norte de la ciudad. El trazado de la nueva calle configuró unas nuevas manzanas con las calles que confluyen en ella, dejando a ambos lados solares que poco a poco se fueron construyendo, aunque permanecieron largo tiempo sin edificar.
LA CALLE ALCAZABILLA EN LA DÉCADA DE 1930. DIARIO SUR
En el lado Este el nuevo trazado ha hecho desparecer algunas calles transversales absorbidas en las nuevas manzanas, concretamente dos que daban al monte en fondo de saco en la parte sur de la calle. Se mantienen las calles Cilla y Pozo del Rey, esta última que entroncaba con otra del mismo nombre que discurría a media ladera por el monte, que ya ha desaparecido.
A principios de los años cuarenta del siglo pasado se construye el Palacio de Archivos y Bibliotecas, Casa de la Cultura, con proyecto de Luís Moya Blanco y más adelante, en 1947, el cine Albéniz, con proyecto de José González Edo. Delante de la Casa de la Cultura se dejan unos jardines como entorno de la entrada de la Alcazaba, que entonces estaba en proceso de restauración, dirigido por el arquitecto Pons Sorolla. Es en la ejecución de estos jardines cuando en 1951 se descubren las estructuras romanas que inicialmente se interpretaron como una puerta de entrada a la ciudad y que pronto se vio que correspondían al Teatro, que quedaba en gran parte bajo la recién construida Casa de la Cultura. Durante la década de los años cincuenta el Teatro fue excavado por el mismo Pons Sorolla, que en el proceso de restauración completó la inma cávea con sillares de piedra arenisca procedente de canteras de Torremolinos, buscando la similitud con el material original. Para diferenciar entre lo añadido y lo original Pons añadió una hilada de ladrillo a soga a modo de hiato.
La exhumación del Teatro Romano creó una situación de ruina arqueológica parcialmente sepultada bajo la Casa de la Cultura, que desde el inicio originó una polémica sobre la demolición de aquella para recuperar la totalidad del Teatro. Unas catas arqueológicas realizadas en los años 90 en la Casa de la Cultura ponen de manifiesto que los restos conservados bajo el edificio son de mayor potencia que los visibles al exterior, por lo que se decide el derribo del edificio y la recuperación del Teatro. La demolición se lleva a cabo en los años 1994 – 95, y en los años siguientes la excavación y consolidación del Teatro.
DEMOLICIÓN DE CASA DE LA CULTURA
A partir de entonces un equipo multidisciplinar dirigido por el arqueólogo provincial Manuel Corrales, y asesorado por el catedrático Pedro Rodríguez Oliva, interviniendo en la reposición de las gradas de la inma cávea. En esta ocasión se realizó un estudio para identificar el material original del Teatro, eligiéndose un travertino procedente de canteras de Macael, Almería. Posteriormente se ha construido un pabellón de recepción de visitantes, proyectado por el arquitecto Antonio Tejedor.
En el lado Oeste quedó sin edificar un frente de manzana comprendido entre las calles Zegrí y Marquesa de Moya. Detrás de este frente, unas casas dando a las estrechas y quebradas calles Postigo de San Agustín y Marquesa de Moya se habían salvado de las demoliciones, manteniéndose al margen de las remodelaciones urbanas llevadas a cabo en el área. Este interesante conjunto de casas de los siglos XVIII, XIX, y XX, se conocía como la Judería, aunque las investigaciones del historiador Javier Marías le hacían considerar poco probable que ésta ocupara un lugar tan céntrico de la medina. (2)
La reforma interior prevista para el área contemplaba el ensanchamiento de todas estas calles, regularizando las manzanas y abriendo nuevas calles que enlazarían la de Pedro de Toledo con la de Granada y prolongarían la de Marquesa de Moya (antes Rebanadillas) hasta la de San Agustín, a través del actual jardín del Museo Picasso. Esta reforma solo se acometió en parte de la calle Pedro de Toledo. La manzana entre las calles Cister, San Agustín, Postigo de S. Agustín y Santiago es una de las más grandes y complejas del centro, de ahí el interés del planificador en dividirla en otras de tamaño más acorde con las del centro. Además de edificios de viviendas, también de distintas épocas, en ella se encuentran el convento y la iglesia de S. Agustín y el Palacio de Buenavista.
Para la instalación del Museo Picasso se escogió el Palacio de Buenavista, que por entonces era Museo de Bellas Artes en una instalación muy precaria. Desde los planteamientos iniciales se vio que el Palacio solo disponía de espacio para la colección permanente prevista, por lo que se necesitaba espacio para salas de exposiciones temporales. Esta demanda de espacio miraba hacia la única expansión posible que era el conjunto de casas de lo que se llamaba la Judería, en su gran mayoría deshabitadas y en estado ruinoso. En el fondo de solar del Palacio que se ve como un vacío en el plano de Joaquín Rucoba, el arquitecto Enrique Atencia había construido en los años 40 el llamado “patio mudéjar”, una sala con una arquería en ladrillo blanco, en un estilo inspirado en ejemplos mudéjares, que se venía usando para pequeñas exposiciones temporales. La demolición de este patio añadido junto con los solares de dos casas que se incorporaron permitía la construcción de unas necesarias salas de exposiciones temporales. Así fue el primer proyecto de Museo, que se presentó al público en julio de 1998. El resto se ha ido agregando poco a poco según iba creciendo física y conceptualmente el museo, incrustándose voluntariamente en el entorno urbano existente.
El planeamiento en esta área era entonces ambiguo. En el propio Plan Especial de Protección y Reforma Interior del Centro histórico (PEPRI CENTRO), se incorporaba una propuesta de construcción de una edificación demoliendo la manzana completa entre Postigo de San Agustín y Marquesa de Moya (en los planos de propuesta se grafió la planta de la Staatsgalerie de Stuttgart de James Stirling). El conflicto entre la construcción de un edificio único que diera satisfacción a las necesidades del museo no llegó a plantearse debido principalmente a la propia dinámica de la gestación del Museo, que condujo a un proceso de incorporación de las edificaciones existentes, conservando las que tuvieran valores arquitectónicos o urbanísticos. El estado final es resultado de una evolución de la idea de museo, que de ser meramente el espacio expositivo se transformó en una institución cultural de más amplio alcance, incorporando una biblioteca, archivos, espacios para la educación, un auditorio y los locales para la gestión del conjunto.
La plaza de la Higuera en el centro del área renovada. (Fotog. Ana Müller)
Se han mantenido las calles existentes con sus alineaciones y un solar vacío en el que existía una antigua higuera se ha incorporado al espacio urbano como una plaza, se ha señalado en el suelo con el pavimento el trazado de la tapia que cerraba el patio, que queda como centro del área. El departamento de educación y la biblioteca se hallan en edificios rehabilitados. El auditorio y el área de gerencia, en edificios nuevos. Un adarve que partía de la C. Marquesa de Moya se ha mantenido como acceso al área de la gerencia del Museo.
El frente a Alcazabilla de la manzana entre las calles Postigo de San Agustín y Marquesa de Moya no se llegó a edificar, a pesar de haberse intentado en él varios proyectos y en el solar se realizaron los jardines de Ibn Gabirol, quedando como fachada a ellos las medianeras vistas de las casas que no se demolieron.
El Museo Picasso ha venido a afianzar lo que ya era el límite de la ciudad desde las demoliciones de los años treinta, consolidando un tratamiento de las medianerías como fachadas a los jardines, sin perder el carácter de tales por respeto al parcelario original.
La demolición de la Casa de la Cultura supuso una ruptura de la calle por el gran vacío urbano que formaban los jardines de Ibn Gabirol y el solar del Teatro. La calle Alcazabilla volvía a tener la imagen de inacabada de la década de los años 30.
La calle antes de la última intervención
La construcción en 1999 del túnel bajo la Alcazaba permitió eliminar el tráfico rodado y la peatonalización de la calle Alcazabilla, por lo que se planteó una nueva urbanización que incorporara el Teatro Romano y los jardines a ambos lados de la calle. Como paso previo se realizó una excavación arqueológica en todo el espacio que quedaba libre entre los jardines y el Teatro, que ha aportado importantes datos para el conocimiento de esta parte de la ciudad. En la nueva ordenación se ha conservado un conjunto de piletas y estructuras murarias aparecidas en la parte sur de la excavación, que se han dejado a la vista bajo el nuevo pavimento con acceso desde el Teatro Romano. La excavación arqueológica en los jardines de la entrada de la Alcazaba ha permitido completar la restauración del aditus sur, y su incorporación como entrada al Teatro.
Excavación arqueológica en el entorno del Teatro Romano
La calle Alcazabilla se rompe aquí, de una parte, por la desaparición en este tramo de las edificaciones que la conformaban y de otro por una diferente formalización de los bordes y del pavimento, que en la nueva ordenación siguen la directriz del Teatro en lugar de la de la alineación de la antigua calle.
Las líneas del despiece del pavimento son perpendiculares al muro del postcaenium del Teatro. El contorno de los jardines se quiebra, formalizando un área centrada en el Teatro. Se ha eliminado el arbolado en mal estado y el que no estando protegido seguía reforzando la antigua alineación de la calle. Esta explanada queda como una plataforma que hace de mirador sobre el monumento romano, con una barandilla ligera. El foso que queda entre el muro de contención de la plataforma y el del frente del Teatro hace de separación y es suficiente para conseguir la seguridad del recinto. El pavimento tiene un tratamiento unitario desde la plaza de María Guerrero hasta la de la Aduana, en mármol Crema Ámbar, de la zona de Elda-Novelda, con acabado flameado, aunque cada tramo tiene características específicas. El despiece regular de la calle en su parte norte se transforma en el ámbito del Teatro en irregular, con losas de mayor tamaño y diferentes dimensiones, evocando el ambiente romano. El pavimento que posteriormente se ha colocado en la plaza de la Aduana sigue de nuevo un despiece regular, acorde con la naturaleza del edificio de la Aduana.
La plataforma sobre el Teatro Romano. La pirámide de vidrio da luz a los restos bajo el pavimento y permite su contemplación
Los jardines a ambos lados de la calle tenían originariamente un diseño regular clásico con una planta de caminos y parterres de trazado geométrico que seguían la alineación de la calle, que se eliminaron en la remodelación. En la parte Oeste se eliminaron también los muros de contención que salvaban la diferencia de cotas entre la base de las edificaciones y la calle para crear un jardín plano, sustituyéndose por una pradera en talud, que se suaviza conteniéndose con unos muretes al que se adosan unos bancos. En la parte Este se modificaron con el mismo criterio, sustituyéndose provisionalmente el trazado geométrico existente por un enchinado. Este espacio, que se usa como área de servicio para los eventos que se realizan en el Teatro, está pendiente de ordenación para que pueda servir más propiamente para esta función.
El arbolado es muy heterogéneo, con una gran variedad de especies. En el jardín al oeste de la calle destacan un grupo de Washingtonia robusta, una Phoenix canariensis, varios ejemplares de Erythrina cafra y de Magnolia grandiflora, y un Ficus lyrata que se plantó por un grupo de ciudadanos. En el jardín de la entrada a la Alcazaba hay cuatro Jacarandas y unos Cupressus sempervirens dispuestos en líneas, siguiendo la antigua alineación de la calle, aunque esta alineación no es ahora perceptible al integrarse en el nuevo trazado. El arbolado forma una blanda masa verde que suaviza el límite que nunca existió en la historia entre la ciudad y el Teatro, pero que permite la creación de un espacio para la mejor valoración del monumento.
BIBLOGRAFÍA.
(1) L. Machuca Santacruz. “Málaga ciudad abierta”. Colegio de Arquitectos de Málaga.
(2) J. Marías y otros. “Arquitectura del Museo Picasso Málaga desde el siglo VI A.C. hasta el siglo XXI”. Museo Picasso Málaga (Fundación Museo Picasso de Málaga y Fundación Paul, Christine y Bernard Ruiz-Picasso).
Nota: Rafael Martín Delgado e Isabel Cámara son los arquitectos autores de la Remodelación de Calle Alcazabilla y han formado parte del equipo que realizó la restauración del Teatro Romano. Asimismo, son autores del Museo Picasso, en colaboración con Richard Gluckman.