21. TIEMPOS DE UTOPÍAS RAZONABLES (I)
Dº Francisco Carrillo Montesinos
Académico Emérito +

21

viernes
1 mayo
2020

días de la pandemia / 25
Dº Francisco Carrillo Montesinos, Académico Emérito

TIEMPOS DE UTOPÍAS RAZONABLES (I)

El enclaustramiento colectivo deja un margen notable al pensamiento.  La hora es muy propicia a los filósofos, sociólogos, psicólogos sociales, así como a los nuevos tecnólogos con capacidad de leer los hechos y de adentrarse de mano de la prospectiva en el diseño teórico de modelos de sociedades para el día después. Sería ingenuo razonar que ese día después llegará cuando finalice las etapas, en todos los países, de la última fase de la desescalada o con una supuesta inmunización del 70% de las poblaciones. Ni una cosa ni otra está demostrado. Como tampoco está demostrado que los no infectados deseen voluntariamente contagiarse para adquirir una incierta inmunización. En tal caso, sería casi preferible ofrecerse como cobaya voluntaria en las experimentaciones clínicas que ensayan proyectos de vacunas. Atravesamos una gran incertidumbre, regida por el miedo, que es sin duda miedo a la muerte, a la ignoto, y terreno abonado a las utopías razonables.

Una de esas utopías razonables se podría resumir en los instrumentos básicos de supervivencia, muy útiles en los periodos de confinamiento: vivienda, alimentos, higiene y alfabetización sanitaria, máxime cuando los especialistas de epidemias globales y de la Organización Mundial de la Salud no excluyen, -ya que el virus sigue presente en nuestras sociedades-, una segunda e incluso tercera ola, tras el verano europeo, que podría llevar a un nuevo confinamiento. Esto, caso de no encontrarse el fármaco eficaz y la vacuna. Por ello, son muy adecuados los consejos para no bajar la guardia ni  inundar espacios de actividades masivas. 

Los hechos son como son hasta que dejen de serlo. Pero algo ha cambiado en profundidad aunque se intente edulcorar con un discurso para evitar el pánico social. Creo encontrarme entre los que piensan que con unos indicadores macroeconómicos previsibles que nos retrotraen a los años de 1940 (Francia incluida, así como Estados Unidos o Alemania para citar algunos ejemplos) las cosas no pueden volver al ex ante de la pandemia mundial. El consumo está tocado en las dos alas, lo que tendrá una indudable incidencia en los problemas sociales, como afirmaba en noviembre de 1970 Manuel Castells en la revista Espaces et Sociétés: «Que los problemas urbanos, expresión directa del proceso social de consumo colectivo, estén en el centro del conflicto político de las sociedades industriales, es algo conocido desde hace tiempo». El ahorro también está tocado en sus orígenes. Y la inversión parece difícil se reactive con la globalización financiera que no escapa a la crisis planetaria. La problemática es de enorme calado a la espera de los flujos de dinero de organizaciones supranacionales, como lo es la Unión Europea, con sus límites cuantitativos y con sus contrapartidas que serán exigentes. Si se logra un equilibro entre consumo e inversión -dicen los clásicos- estaríamos salvados. ¿Quiénes estaríamos salvados porque el análisis es global y no regional? Keynes ha vuelto y el Nobel Samuelson con su dilema “cañones o mantequilla”.

Al nacer -y aquí llega la utopía- se dice nacemos iguales ante la Ley, pero desiguales conforme al entorno social en el que se nace no por voluntad propia. A cada recién nacido podría adjudicársele una hectárea de tierra cultivable para autoabastecimiento primario y una funcional vivienda para futuros y eventuales enclaustramientos. Los propietarios individuales (y sus futuras familias) entraría en conexión cooperativa con los otros pequeños propietarios: unos producen leche, otros, carne, los demás hortalizas y trigo para hacer pan. Y pozos, artesianos o no, para beber. Sin excluir alguna viña para el vino, y frutales. Economía de subsistencia universal que sería el motor de la nueva reindustrialización y de la agroindustria. Perfilaría un nuevo diseño de asentamientos humanos que descargarían a las grandes ciudades o a las de talla media y a las megalópolis. No me inspiro en Fourier, el socialista utópico, ni en la beat generation. Es una utopía razonable porque se origina en la razón práctica que piensa en la actual desolación humana del fin de las sociedades que hemos conocido y que no es referencia de crónicas escritas, radiadas o televisivas.  

Personas humanas con una seguridad de base que serían motores de la nueva industria y de los renovados servicios. Que borrarían del léxico a la «España vaciada». Claro, con una educación potente para todos, en donde la filosofía, los clásicos, las nuevas tecnologías y las materias científicas se articulen en un curriculum interdisciplinar, como la interdisciplinariedad que se ha practicado en las UCI y en los laboratorios de investigación y de «tormenta de ideas». Demasiado utópico para las mentalidades que hemos ido estructurando. Lo reconozco. Y soy consciente de que se volverán a cometer los mismos errores en la socio-dinámica que prevalece en nuestras hoy heridas sociedades. Esperemos se eviten aquellos errores más devastadores a nivel global, y a todos los niveles.

(1 Mayo 2020)
Francisco Carrillo Montesinos