55. LA CONFIGURACIÓN DE UN PAISAJE. UNA PROPUESTA ARTÍSTICA PARA LIBERAR NUESTROS MIEDOS
Dª María del Mar Lozano Bartolozzi
Académica Correspondiente en Cáceres +

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domingo
21 junio
2020

días de la pandemia / 55
Dª María del Mar Lozano Bartolozzi
Académica Correspondiente en Cáceres

LA CONFIGURACIÓN DE UN PAISAJE. UNA PROPUESTA ARTÍSTICA PARA LIBERAR NUESTROS MIEDOS.

Durante los días de confinamiento y alarma en esta primavera de 2020,  nos hemos dado cuenta del valor de convivir con la naturaleza. Una experiencia que era apreciada por algunos, amantes del medio natural, pero menospreciada por otros, más urbanitas. Sin embargo hemos sido considerados unos afortunados quienes estábamos casual o voluntariamente el fin de semana del 13 de marzo en el mundo rural o en el mundo campestre aislados en viviendas con el campo en rededor, lo cual nos ha permitido seguir así y dar paseos libremente con amplios horizontes, reconociendo nuestro propio paisaje en su trascurrir primaveral, aunque nos hayamos perdido el calor de los vecinos que eran reconocidos sobre todo al aplaudir juntos en ventanas y balcones.

La valoración de la naturaleza y del mundo rural también había sido realizada por algunos artistas, a menudo con un ánimo de regreso o de reconocimiento de un lugar a redescubrir. En el caso de Extremadura, región en la que yo vivo, han sido varios los que lo han hecho, y si nos referimos al mundo contemporáneo podemos recordar determinados autores que desde distintas perspectivas nos han impactado por sus reflexiones y predilección por unos rincones, lugares o pueblos que supusieron una expresión determinada en su obra artística.

Godofredo Ortega Muñoz (1899 – 1982), pintor nacido en San Vicente de Alcántara (Badajoz) y eminentemente paisajista, tras varias estancias y viajes por distintas capitales y países de Europa como París, Ginebra, Italia, Bélgica, Dinamarca, Alemania y otros, regresó en la posguerra a vivir y pintar en su tierra natal. Cuando lo hizo estableció su vivienda y estudio en la cercana población de Valencia de Alcántara (Cáceres), a poco más de 13 km de San Vicente, pues según comentaba a sus amigos la luz para su percepción estética era mejor en esta localidad que en la de su nacimiento. Y será en estos años de 1939 y la década de los cuarenta, cuando defina su pintura de campesinos, bodegones, vistas del pueblo y finalmente, y sobre todo, de paisajes, gracias a ese encuentro con el ambiente rural. Los expondrá en Madrid y en varios espacios del extranjero a lo largo de los años, al consolidar un lenguaje personal, identitario y muy moderno. Un paisaje que es producto de una elaborada y original abstracción y formalización compositiva del mismo. Y de su memoria, como ha insistido María Jesús Ávila, que reproduce estas palabras suyas: “Salgo al campo acompañado de mi perro (…). Luego, en el estudio, voy pasando al lienzo aquellos rasgos acusados que me han impresionado. Por eso en mis obras, aunque no hay ningún paisaje determinado, ningún rincón escogido de este o de aquel lugar, Está Extremadura”[1]. Un paisaje un tanto simbólico que nos plantea ver de otra forma la belleza de los encinares, los castaños o las paredes de piedra de esta tierra.

Otro autor, en este caso alemán, será Wolf Vostell (1932-1998), un artista cosmopolita, que vivió en Colonia, Berlín, París, si bien vino a Guadalupe donde durante un verano establecerá su estudio y donde conoció a una maestra extremeña con la que se casará un año después. A mediados de los años setenta (1974) cuando buscaba la ubicación para una vivienda en la región extremeña se encontró con un lugar de naturaleza privilegiada: los Barruecos de Malpartida de Cáceres, donde junto a una hermosa laguna existían los restos de un antiguo lavadero de lanas. Ante aquella visión retomó lo que hasta entonces era una utopía: la idea de hacer un museo, y decidió llevar a cabo el proyecto de un museo de arte y naturaleza, configurando desde su mirada un nuevo paisaje cultural integrado en el mundo rural. Un museo especialmente peculiar donde las obras de lenguaje intermedia: esculturas ambiente, dé-coll/age, fluxus, happening, video arte y otras artes visuales, se potencian en diálogo con el medio ambiente y los restos de arqueología industrial. Su reconocimiento de aquél paisaje con la fauna y flora, el agua y la visión de las piezas artísticas que allí se irían instalando, acrecentó la identidad que sentía hacia el mundo extremeño y rural.

Por último, el artista inglés Hamish Fulton (1946), hizo uno de sus recorridos peripatéticos en la región recorriendo carreteras y pueblos de la Vía de la Plata. La Fundación Ortega Muñoz le encargó una exposición de su obra en el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC) y como artista caminante realizó previamente una caminata que dio como fruto la elaboración de un libro de fotografías con sencillas anotaciones titulado: Río Luna Río. En él indica que fue el resultado de la experiencia de: “Una caminata circular de veintiún días en Extremadura desde y hacia el río Guadiana en Badajoz vía Guadalupe con los pies descalzos contando cuarenta y nueve pasos sobre un suelo empedrado durante la noche de la luna llena de enero España octavo año del siglo veintiuno”.Las fotos son carreteras comarcales, charcos, nubes, paredes con algún graffiti, pastores… sobre las que escribe palabras como: camino, piedras, cañada, suelo, urraca, abubilla, etc. El libro termina con una entrevista en la que concluye: “Una caminata es como un objeto invisible en un mundo complejo. Significado: la vida es una cadena de continuas luchas desde la juventud hasta la vejez. En este escenario de preocupación y miedo podemos construir una experiencia – realizar una caminata – que ocupa un espacio en nuestras vidas, y, al igual que un objeto, tiene principio y fin, pero que, a diferencia de un objeto, no se puede ver. Las caminatas son las piedras que marcan los kilómetros de mi vida”[2].

Nosotros también tenemos ahora la oportunidad, una vez terminado el estado de alarma, de hacer recorridos por la naturaleza y aportar nuevas lecturas artísticas, literarias, sociológicas o al menos emocionales, con la perspectiva de una pandemia ocurrida sin haber sabido previamente lo que se nos avecinaba pero quizás con la salvaguarda de la imaginación y la creatividad, bien por haber mirado de lejos y en el recuerdo determinados paisajes, o bien por haberlos vivido de cerca en soledad o compartidos con las pocas personas que habitualmente conviven con nosotros para configurar nuestro propio paisaje cultural.

María del Mar Lozano Bartolozzi

Académica de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes y Académica correspondiente de la Real Academia de San Telmo de Málaga.


[1] ÁVILA CORCHERO, María Jesús, Ortega Muñoz, Fundación Caja de Badajoz, Zaragoza, 2003, pp. 49-50.

[2]FULTON, Hamish, Río Luna Río, Fundación Ortega Muñoz, Madrid, 2008.

Emilio de Diego