
jueves
23 abril
2020
dias de la pandemia/ 1
Dº Jaime Siles
Académico correspondiente en Valencia
UN SENTIMIENTO DULCE
Estos últimos años he estado despidiéndome de todos y de mí: diciendo adiós a cada cosa, cada perfil, cada palabra y, por vez primera en mi vida, he sentido eso que se llama piedad y que es –o puede ser– un sentimiento dulce que nos hace mirar hacia nosotros mismos, pero no con el vértigo de su relieve ácido sino con un amor a todo lo que somos y a cuanto con nosotros se dispone a morir: una tarde en penumbra, una mañana absorta, el vuelo de las aves, una ciudad con torres y espadañas, el recuerdo del mar, una conversación con los amigos, la lección de un maestro, el rapto del amor, lo que aprendimos, lo que no sabemos, lo que con nosotros vivirá, lo que quisimos, y lo que no nos quiso,lo que nos dejó a un lado, lo que ni nos miró, lo que nos dice adiós de todas las maneras, y los puntos del tiempo a los que no se puede regresar. Me despido de todos y de todo, no de vosotros sólo: me despido, sobre todo, de mí, con quien sé que nunca más voy a encontrarme– que otro cruza la calle que yo piso, que otro lleva la ropa que yo llevo, que esta boca que dice lo que dice no ha sido ni es ni será nunca lo que yo; que quien escribe este poema es otro distinto también a quien lo lee y que la identidad es un magma de muchas y muy pequeñas cosas que cada día hay que recuperar porque, si no, se extingue, se diluye, se borra como ahora mismo yo, y también tú, me voy, nos vamos, borrando y diluyendo, en una página no escrita o en algo aún por escribir, hacia dentro de algo que queremos creer que es uno mismo, pero que no lo es: es siempre otro el que nos acompaña; es siempre otro lo que llamamos yo. Por eso la vida es un exilio pero no de un punto sino de todo el tiempo y de todas las personas que hemos sido, que somos y seremos dentro de él y de las que nos vamos imperceptiblemente despidiendo en ese adiós a cada uno de nosotros que aparece en la vida en momentos de niebla y que, por eso mismo, focaliza el instante y lo convierte en símbolo de la presencia en sombra que ha sido lo que llamamos yo , lo único nuestro que no nos pertenece, lo único que nunca volveremos a ser, lo que ya fuimos, lo que no seremos, un escorzo de sombras batidas por el fuego de la imaginación. Revivir el instante, revivir el instante de que todo sea sólo su fin.
Jaime Siles, Himnos tardíos (1999)